Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

jueves, 28 de febrero de 2013

CARANDELL: ¡Hemos perdido tanto ambas!

La emperatriz de Alemania y reina de Hungría y Bohemia, María Teresa de Austria, estuvo siempre muy enamorada de su marido, el duque de Lorena, aunque sabía que éste tenía una amante. Cuando murió el duque, tras los funerales, todos pensaban que la emperatriz se vengaría de la mujer que compartió el amor del rey consorte, pero no fue así y ante el general asombro, avanzó hacia ella y la consoló abrazándola y diciendo: "¡Hemos perdido tanto ambas...!".

Luis CARANDELL, Las anécdotas de la política. De Keops a Clinton, Debolsillo, Barcelona, 2000.

domingo, 24 de febrero de 2013

VOLTAIRE: Cónclave en Petersburgo


Algunos doctores de la Sorbona quisieron tener la gloria de reunir la Iglesia griega con la Iglesia latina. Los que conocen la historia antigua, saben muy bien que el cristianismo ha venido al Occidente por intermedio de los griegos del Asia y que en Oriente es donde ha nacido; que los primeros Padres, los primeros concilios, las primeras liturgias, los primeros ritos, todo es de Oriente; que no hay ni un solo nombre de dignidad o de empleo que no sea griego, que no declare todavía hoy la fuente de donde nos ha venido todo. Habiéndose dividido el imperio romano, era imposible que no llegase a haber en él, tarde o temprano, dos religiones, como dos imperios, y que no se produjese entre los cristianos de Oriente y de Occidente el mismo cisma que entre los osmanlíes y los persas.

Este cisma es el que algunos doctores de la Universidad de París creyeron apagar de repente entregando una memoria a Pedro el Grande. El Papa León IX y sus sucesores no lo habían conseguido con legados, concilios, y hasta con dinero. Esos doctores hubieran debido saber que Pedro el Grande, que dirigía su Iglesia, no era hombre capaz de reconocer al Papa. En vano hablaron en su memoria de las libertades de la Iglesia galicana, de la que el zar apenas se cuidaba; en vano dijeron que los papas deben estar sometidos a los concilios y que la opinión de un Papa no es un dogma de fe: no consiguieron más que disgustar a la corte de Roma con su escrito, sin agradar al emperador de Rusia ni a la Iglesia rusa.

Había en ese plan un conjunto de asuntos políticos que no entendían, y puntos de controversia que decían entender, y que cada partido explica como quiere. Se trataba del Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, según los latinos, y que procede hoy del Padre por intermedio del Hijo, según los griegos, después de no haber procedido durante mucho tiempo más que del Padre; citaban a San Epifanio, quien dijo que, el Espíritu Santo no es hermano del Hijo ni nieto del Padre.

Pero el zar, al partir de París, tenía otros asuntos que no consistían en verificar pasajes de San Epifanio. Recibió con bondad las memorias de los doctores. Estos escribieron a algunos obispos rusos, que enviaron una respuesta cortés; pero la mayoría se indignó con la proposición.

Para disipar los temores de este proyecto de unión fue para, lo que instituyó algún tiempo después la fiesta cómica del conclave, cuando hubo expulsado a los jesuitas de sus Estados, en 1718.

Había en su corte un viejo loco, llamado Sotof, que le había enseñado a escribir y que se imaginaba haber merecido por ese servicio las dignidades más importantes. Pedro, que endulzaba de vez en cuando los sinsabores del gobierno con bromas adecuadas a un pueblo no enteramente reformado todavía por él, prometió dar a su maestro de escritura una de las primeras dignidades del mundo: le hizo knés papa, con dos mil rublos de sueldo, y le destinó una casa en Petersburgo, en el barrio de los tártaros; unos bufones lo instalaron con gran ceremonia; fue arengado por cuatro tartamudos; creó cardenales, y marchó en procesión al frente de ellos. Todo este sagrado colegio estaba borracho de aguardiente. Después de la muerte de este Sotof, un empleado llamado Buturlin fue nombrado papa. Moscú y Petersburgo han visto renovar por tres veces esta ceremonia, cuya ridiculez parecía no tener consecuencias, pero, que, en realidad, confirmaba a las gentes en su aversión por una Iglesia que aspiraba a un poder supremo y cuyo jefe había anatematizado tantos reyes. El zar, en broma, vengaba a veinte emperadores de Alemania, diez reyes de Francia y una multitud de soberanos. Ese fue todo el fruto que, la Sorbona recogió de la idea poco política de reunir las Iglesias griega y latina.

VOLTAIRE, Historia del Imperio Ruso bajo Pedro el Grande, Esplandián Editores, Madrid, 1999.

lunes, 18 de febrero de 2013

BORGES: El remordimiento

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
La sombra de haber sido un desdichado.


sábado, 16 de febrero de 2013

CHAVES NOGALES: Cómo las gastaba un rey



En el viaje que en 1455 hizo á Sevilla Enrique IV, El Impotente, acompañábale con su corte—dicen los autores—un número considerable de moros principales y ricos, los cuales gozaban de gran favor con el veleidoso monarca. 

Mandóse alojar á aquéllos en las casas de nobles y de acaudalados sevillanos, tocando á D. Diego Sánchez de Orihuela, hospedar uno llamado Monjarras, que era hombre joven, apuesto y de violento carácter, y el cual hubo de enamorarse de una hija soltera que D. Diego tenía. 

Esta parece que correspondió al fin á los deseos del hijo del Profeta: pero el bueno de Monjarras, no contento con ello, la robó de la paterna casa y la sacó de Sevilla casi por la fuerza, y sin pararse en melindres, como persona apasionada y de alientos que era. 

Y sucedió luego que, cuando Sánchez de Orihuela y su esposa acudieron al Alcázar á pedir justicia al rey, éste los recibió con enojo y tuvo la frescura de decirles que, en vez de venir á quejarse, debieran haber guardado más á la hija: contestación villana que causó la indignación de cuantos la oyeron. 

Mandó luego D. Enrique que nunca más volviera á su presencia la afligida madre, y divulgadas las noticias de estos actos por la ciudad, el pueblo se irritó muchísimo y comenzóse á reunir gente delante del Alcázar en actitud nada pacífica; mas esto, lejos de variar la opinión del rey, le llevó hasta querer salir á desafiar al pueblo, cosa de que le hizo desistir el prudente consejo del conde de Benavente. 

El resultado de todo fué que Monjarras quedó sin ningún castigo, pues ninguna diligencia se hizo contra él; que los padres quedaron sin recibir satisfacción á su deshonor, y que el monarca procedió en aquella ocasión de la más indigna manera: lo cual no era extraño, tratándose, como se trataba, de un rey cuya figura es de las más antipáticas en la historia.

Manuel CHAVES NOGALES, Cosas nuevas y viejas.

jueves, 14 de febrero de 2013

ROMERO: Spanish Horror Story

El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre le saca de su ensimismamiento. 

—¿Bajarás de ahí alguna vez? 

Su padre no le hace caso. 

—Están por llegar. Sí, ellos, los nuevos inquilinos. Decidimos que esperaríamos a saber algo de ellos. 

La cuerda desaparece. Su padre baja al suelo y trata de hablar. 

—Grrr, grrr. 

—Será mejor que no te vean. ¡Y no digas nada! 

—Grrr, grrr. 

—¿Qué? He dicho que te calles. Vamos, vete al desván. Allí está mamá. 

Se escucha un frenazo en la calle. Alguien prueba llaves en la cerradura. 

—¿No los oyes? Ya han llegado. ¡Vete arriba!



El verdugo vizcayno

En una villa, haviendo acabado un vizcayno de labrar el campanario de la yglesia, y los dineros que del huvo, acaescio que tenian un hombre para justiciar, y por no tener verdugo fueron al vizcayno a dezirle que si lo queria ahorcar que le darian un ducado y la ropa, el qual fue contento. Y de ver en quan poco tiempo havia ganado tanto, y hallandose un dia sin dineros subiosse al campanario, y a repique de campana acudio todo el pueblo, y en verlo junto assomosse, y dixoles: 

—Señores, yo llamado sus señorias. Has de saber que blanca no tienes; ya te acuerdas que por colgar hombre el otro dia distes ducado; agora he pensado un cosa, y es que a chico con grande holgare de ahorcar todos los del villa a medio ducado cada uno, pues no tienes haziendas. 

Joan de TIMONEDA,  El sobremesa y alivio de caminantes.

lunes, 11 de febrero de 2013

ECO: Celestino V

Celestino V y Benedicto XVI

Por aquellos años ascendió al solio pontificio un eremita santísimo, Pietro da Morrone, que reinó con el nombre de Celestino V, y los espirituales lo recibieron con gran alivio: “Aparecer un santón, se había dicho, que observará las enseñanzas de Cristo; su vida ser angélica, temblad, prelados corruptos”. Quizá la vida de Celestino fuese demasiado angélica o demasiado corruptos los prelados que lo rodeaban o demasiado larga para la guerra con el emperador y los otros reyes de Europa. El hecho es que Celestino renunció a su dignidad papal y se retiró para vivir como ermitaño. 

Umberto ECO, El nombre de la rosa, Lumen, Barcelona, 1982.

No entrar en detalles

Los Santos Padres nos prohiben mencionar todas las circunstancias de los pecados, y nos ordenan confesarnos de ellos en general, a fin de evitar la tentación tanto para nosotros mismos como para el sacerdote. 

Relatos de un peregrino ruso, Alianza, Madrid, 2010.

viernes, 8 de febrero de 2013


BORGES: Cómo nace un cuento


Empieza por una suerte de revelación. Pero uso esa palabra de un modo modesto, no ambicioso. Es decir, de pronto sé que va a ocurrir algo y eso que va a ocurrir puede ser, en el caso de un cuento, el principio y el fin. En el caso de un poema, no: es una idea más general, y a veces ha sido la primera línea. Es decir, algo me es dado, y luego ya intervengo yo, y quizá se echa todo a perder. En el caso de un cuento, por ejemplo, bueno, yo conozco el principio, el punto de partida, conozco el fin, conozco la meta. Pero luego tengo que descubrir, mediante mis muy limitados medios, qué sucede entre el principio y el fin. Y luego hay otros problemas a resolver; por ejemplo, si conviene que el hecho sea contado en primera persona o en tercera persona. Luego, hay que buscar la época; ahora, en cuanto a mí eso es una solución personal mía, creo que para mí lo más cómodo viene a ser la última década del siglo XIX. Elijo si se trata de un cuento porteño, lugares de las orillas, digamos, de Palermo, digamos de Barracas, de Turdera. Y la fecha, digamos 1899, el año de mi nacimiento, por ejemplo. Porque ¿quién puede saber, exactamente, cómo hablaban aquellos orilleros muertos? Nadie. Es decir, que yo puedo proceder con comodidad. En cambio, si un escritor elige un tema contemporáneo, entonces ya el lector se convierte en un inspector y resuelve: "No, en tal barrio no se habla así, la gente de tal clase no usaría tal o cual expresión." 

El escritor prevé todo esto y se siente trabado. En cambio, yo elijo una época un poco lejana, un lugar un poco lejano; y eso me da libertad, y ya puedo fantasear o falsificar, incluso. Puedo mentir sin que nadie se dé cuenta, y sobre todo, sin que yo mismo me dé cuenta, ya que es necesario que el escritor que escribe una fábula por fantástica que sea crea, por el momento, en la realidad de la fábula.

jueves, 7 de febrero de 2013

CUTILLAS PRIETO: Profesión frustrada



Quise ser bibliotecario, pero soy un torpe e indeciso abogado. Me azora hablar en público, y rezuma vulnerabilidad la falta de convicción de mis alegatos, lo que me hace vivir en una eterna petición de disculpas con clientes, jueces y colegas. Los asuntos de instrucción me atemorizan, los de 1ª instancia me desazonan… No hablemos de los penales: ésos ya son el acabóse. El estrés se ha aposentado en mi alma como un huésped indeseable; mi psiquiatra me ha recomendado ansiolíticos y unas vacaciones para sosegarme. Mi mujer se ha empeñado en sanarme con una dieta vegetariana, y únicamente comemos lechuga, tomate y remolacha. Ahora no sólo me queda grande la profesión, sino también la toga….Algunas noches me libero soñando con la penumbra silenciosa de cualquier pequeña biblioteca de pueblo, y con un grueso chuletón al terminar una pacífica jornada laboral….se me hace la boca agua!

Gloria CUTILLAS PRIETO, Profesión frustrada.

miércoles, 6 de febrero de 2013

ROYO-VILLANUEVA: Hay muchos que sólo son capaces de hacer el esfuerzo un día



Hay que tener una afición desbocada y, cuando lleguen las ocasiones, decir: bueno, aquí está y no la voy a dejar pasar. Hay muchos que son capaces de hacer el esfuerzo un día, pero luego se desinflan, muchacho. ¿Por qué? Pues porque no dan más de sí. Hay que tener una concentración fuera de lo normal, que es la que tiene el matador. Lo más duro es mantener ese ritmo y esa batalla año tras año y no bajar la guardia.

Manuel DÍAZ, Jaime ROYO-VILLANUEVA, De frente y por derecho, Planeta, Barcelona, 2012.

lunes, 4 de febrero de 2013

WERNER: Huevos crudos, revueltos, escalfados, fritos, hervidos


Mientras avanzábamos en un mar tempestuoso hacia nuestra posición asignada a 600 millas al este de Terranova, las condiciones del U-230 empeoraron rápidamente. El agua que entraba por la escotilla abierta se acumulaba a nuestros pies, y la elevada humedad dentro del casco hacía que la comida se descompusiera, que nuestra piel se ablandara y nuestros mapas se disolvieran. El olor era brutal. El combustible adicional que llevábamos en las sentinas despedía un hedor penetrante; nuestras ropas quedaron impregnadas por el mismo y nuestra comida adquirió el sabor del petróleo y la grasa lubricante. El perpetuo balanceo y rolido del barco era demasiado para aquellos no acostumbrados al Atlántico, o no equipados con estómagos de hierro fundido; la mayoría de los hombres perdió el apetito y a menudo más que eso. Esto dejó sólo un pequeño grupo de indestructibles para comer los cuatro cajones de huevos antes de que se pusieran malos. Para ayudar a consumirlos yo comía huevos todo el día en todas formas: crudos antes de subir al puente a tomar mi guardia, revueltos cuando me revelaban, escalfados en el almuerzo, fritos en la cena, y hervidos cada vez que me venían ganas de comer otro.

Herbert WERNER, Ataúdes de acero,  Javier Vergara, Barcelona, 1978.

viernes, 1 de febrero de 2013

HERRERA: Educación de derechas y de izquierdas

No es un secreto que la izquierda española tiene un concepto quimérico de la educación. No ve ésta en función de la realidad, sino de un ideal, y como no admite el fracaso, tampoco lo reconoce. Fruto de ello es un sistema calamitoso. Los pedagogos, que son quienes han fijado su rumbo, no entienden por qué las cosas no van y culpan a los profesores. Pero no existe animal más dócil que un profesor. Es el callado galeote amarrado al duro banco que canta y rema hasta cuando lo azotan. ¿Qué ha sucedido entonces? Algo muy similar a lo que le ocurrió a aquel explorador polar que avanzó durante horas en dirección Norte y al llegar la noche se percató de que se encontraba mucho más al Sur: ¡había corrido sobre un témpano que la corriente arrastraba en dirección contraria! El témpano es la realidad, esa cosa opaca, contradictoria, reluctante a los ideales, con la que no cuentan los pedagogos, una gente que protesta por los recortes en investigación y desarrollo y, a la vez, defiende un modelo incapaz de ofrecer el nivel de preparación que exigen las tareas científicas. 

Pero, ¿y la derecha?, ¿cuál es la idea de la educación que tiene la derecha española? Yo se lo voy a decir. Ninguna. Hablan de excelencia, de disciplina, de rigor, de autoridad, pero todo esto son arias de opereta. El tipo de hombre en que están pensando cuando entonan su canción dista tanto de la excelencia como el del pedagogo. Su modelo es el registrador de la propiedad, el odontólogo, el ingeniero de caminos, eso que las suegras de antes llamaban un “partido”. La profesionalidad está bien, pero la educación no puede limitarse a eso. Confundir educación con titulación es olvidar la esencia formativa del conocimiento. Los populares, con esa visión suya de suboficial de notarías, dan la impresión de pensar que la formación, en un sentido elevado, es poco práctica, un estorbo. A ellos nunca les ha hecho falta. Por eso, cada vez que reforman el sistema educativo, hacen lo que habría hecho cualquier cura del tiempo de los espadones: acorazar la religión y reducir a la insignificancia la filosofía y la ética. El resto —las horas de lengua española, las reválidas, las cuotas regionales, los deberes y deberes de los profesores, las enseñanzas privadas- son problemas asociados a la organización y el negocio de la educación, no a la educación.

José María HERRERA, La reforma de la educación.

El Imparcial, sábado 26 de enero de 2013.