Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

viernes, 31 de agosto de 2012

BRECHT: Las guerras balcánicas


Un hombre viejo y enfermo caminaba por el campo. De pronto lo asaltaron cuatro mocetones y le quitaron sus pertenencias. Triste, el anciano prosiguió su camino. Pero en la encrucijada más cercana vio, sorprendido, cómo tres de los ladrones atacaban al cuarto para despojarlo del botín. Durante la trifulca, éste cayó al suelo. Lleno de alegría, el anciano lo recogió y se alejó a toda prisa. Pero en la ciudad más próxima fue detenido y conducido ante el juez. Allí estaban los cuatro mocetones, nuevamente bien avenidos, y lo acusaban.

El juez dictaminó lo siguiente: el anciano debería devolver a los jóvenes el último bien que le quedaba.

-De lo contrario -dijo el sabio y justo magistrado-, esos cuatro individuos podrían sembrar la discordia en el país.


Bertolt BRECHT, Narrativa completa. 1. Relatos. 1913-1927, Alianza, Madrid, 1998.

ELLROY: Fritz y su familia estaban fuera

Fritz y su familia estaban fuera. Me agaché junto a la puerta de la cocina y metí la mano izquierda por la gatera. Descorrí el pestillo interior y entré.

Recorrí la casa con las luces apagadas, arriba y abajo. Inspeccioné los botiquines en busca de droga y descubrí unos calmantes nuevos.

Me serví un whisky doble y engullí unos cuantos. Lavé el vaso y volví a ponerlo donde lo había encontrado.

Crucé el dormitorio de Heidi. Aspiré el aroma de sus almohadas y revolví el armario y los cajones. Hundí la cara en un montón de lencería y le robé unas bragas blancas.


James ELLROY, Mis rincones oscuros, Zeta, Barcelona, 2008.

MÁRAI: La pobreza de los escritores húngaros

En Ruán, Flaubert disponía de tiempo. En París, en su habitación recubierta de corcho, Proust llevaba una vida ociosa que le permitía perseguir el tiempo perdido porque disponía de una fortuna. Valéry disponía de tiempo: no tenía fortuna, pero trabajaba como empleado en la agencia Havas. Gide poseía una finca en Cuverville... Los enterados de los cafés literarios de Budapest citaban esos ejemplos con resignación. Pocos sabían que las circunstancias vitales de los escritores occidentales tampoco eran, por lo general, más ventajosas que las de sus compañeros húngaros. Sin embargo, el escritor húngaro —como el aristócrata venido a menos— siempre sentía vergüenza al hablar de su pobreza. En Occidente los escritores mostraban con mayor valentía sus estrecheces económicas.


Sándor MÁRAI, ¡Tierra, tierra!, Salamandra, Barcelona, 2006.

jueves, 30 de agosto de 2012

SINGER: Yentl

Después de la muerte de su padre, Yentl no tenía razón para permanecer en Yanev.

Ella estaba muy sola en la casa. Seguramente habría huéspedes dispuestos a mudarse allí y pagar renta, y multitud de casamenteras llamarían a su puerta con ofertas matrimoniales de: Lublin, Tomashev, Zamosc. Pero Yentl no quería casarse. En su interior una voz repetía una y otra vez: “¡No! ¿Qué le espera a una chica cuando la boda ha terminado? Inmediatamente empieza a parir y a criar y su suegra gobierna sobre ella”. Yentl sabía que no había sido creada para llevar vida de mujer. No era capaz de coser, ni de tejer; dejaba quemar la comida y dejaba subir la leche al hervirla; el pudín de shabát nunca le salía bien y su pasta de jale nunca esponjaba.

Yentl prefería mucho más las actividades masculinas que las de mujer. Su padre, Reb Todros, podía descansar en paz; durante sus muchos años de postración había estudiado la Torá con su hija, como si ella fuera un hijo. Mandaba a Yentl a asegurar las puertas y cubrir las ventanas; entonces juntos estudiaban minuciosamente el Pentateuco, la Mishná, la Guemará y los Comentarios. Ella probó ser una alumna tan apta que su padre solía decir:

-Yentl, tienes el alma de un hombre.

-¿Entonces por qué nací mujer?

-También el cielo comete errores.


Isaac Bashevis SINGER, Un amigo de Kafka otros relatos, Cátedra, Madrid, 1990.

BAROJA: Descripción de la isla de Formosa


Un extraño sofisticador fue un singular personaje que tomó el nombre bíblico de Salmanazar y del que se ha ignorado su filiación exacta. Se daba por un japonés nacido en Formosa y traído a Europa por comerciantes holandeses. Este hombre, publicó al principio del siglo XVIII, un libro titulado Descripción de la isla de Formosa. En él, el autor se dedicó a contar una serie de embustes con mucha gracia. Imaginó un alfabeto, una gramática, una religión de los habitantes de la isla. Las descripciones iban acompañadas de dibujos y de un mapa, todo completamente inventado y que no tenía nada de real. El libro pasó por exacto durante mucho tiempo y el autor como una autoridad en la materia, hasta que se pudo demostrar que la obra era un tejido de mentiras.


Pío BAROJA, Desde el exilio, Caro Raggio, Madrid, 1999.




The Island Formosa, which by the Natives is called in their Language Gad Avia, from Gad, Beautiful, and Ivia an Isle, and by the Chinese is called Pacando, is one of the most Pleasant and Excellent of all the Asiatick Isles, whether we consider the convenient Situation, the healthful Air, the fruitful Soil, or the curious Springs and useful Rivers' and rich Mines of God and Silver wherewith it abounds for it enjoys many advantages which other Islands want, and wants none of those which they have.

**

Besides Bread and Fruit, of which we have spoken' already, they eat also Flesh, but not of all sorts of Beasts, for the Flesh of several Beasts, as has been formerly observ'd, is forbidden: But they are permitted to eat of Swine's Flesh, of all sorts of Fowl, except Pigeons and Turtles; of all sorts of Venison, except the Hart and the Doe, of all the Fish that swims in the Sea or the Rivers without any exception.

**

Since our God requires the Hearts of so many young Boys to be offered up in Sacrifice, therefore lest the whole Race of Mankind, should by degrees be extirpated, he has permitted the Men, at least those of the Laity, to keep more Wives than one: And so some of them have 3, 4, 5, 6, or more Wives, every one according to his Estate, whereby he is able to maintain a greater or lesser number; but if any one takes more Wives then his means will maintain, he is to be beheaded: And therefore to prevent this, before any one Marries a Wife, he is to be examin'd whether he has sufficient means to maintain her: Thus they may have many Wives, that they may beget many Children every Year; of whom some of the Sons are Sacrific'd, but the Daughters are all preserv'd for Matrimony, as will appear more fully hereafter.

**

Things are measur'd in Formosa, according to the People's various humors, for some use, a greater, some a less measure; but the price is always fix'd according to the Greatness of the measure.

**

Generally speaking all the Animals which breed here, are to be found in Formosa; but there are many others there which do not breed here, as Elephants, Rhinocerots, Camels, Sea-Horses, all which are tame, and very useful for the service of Man. But they have other wild Beasts there which are not bred here, as Lyons, Boars, Wolves, Leopards, Apes, Tygers, Crocodiles; and there are also wild Bulls, which are more fierce than any Lyon or Boar, which the Natives believe to be the Souls of some Sinners undergoing a great Penance: But they know nothing of Dragons or Land-Unicorns, only they have a Fish that has one Horn: And they never saw any Griphons, which they believe to be rather fictions of the Brain than real Creatures.



George PSALMANAZAR, Description of Formosa.

COEN: No creo que este asunto tenga relación con Vietnam


-Esos ricos de mierda. Toda esta historia de los cojones. Yo no vi morir a mis colegas con la cara en el barro para que esa puta, guarra, calientapollas, que no haya hecho nada en su vida...

-Walter, no creo que este asunto tenga relación con Vietnam.

-¡Hay una relación directa!

-No, Walter, admítelo. No hay ninguna relación.


Joel COEN, Ethan COEN, El gran Lebowski (1998).

miércoles, 29 de agosto de 2012

ELLROY: Encerrados de viernes a domingo

Me pasé una serie de fines de semana, de viernes a domingo, encerrado con él. Cocinábamos hamburguesas sobre una plancha caliente y comíamos a base de ganchitos de queso y galletitas saladas. Sentados uno al lado del otro, leíamos libros y mirábamos combates de lucha libre por televisión.


James ELLROY, Mis rincones oscuros, Zeta, Barcelona, 2008.

VAQUERIZO: La tiranía de internet

Tal y como observo el camino que están llevando los usuarios de las redes sociales, quizá reclame marcharme a otro planeta. A todos ellos sólo les pido una cosa: hagan un buen uso de ellas, compartan conocimientos, intercambien opiniones fundamentadas, recuperen el contacto con personas a las que habían perdido el rastro, pero dejen de encarnarse de forma continua y dañina en porteras de barrio, en cotillas y criticones, y olvídense de ese afán por dar la exclusiva en su cuenta antes que nadie.

La irrupción de internet ha traído consigo un tufillo a tiranía absurda por la que no estoy dispuesto a pasar, ni con ella ni con los que lo fomentan. Lo siento.

Bienvenido el avance, del que me aprovecho en muchos aspectos -para eso está-, pero no me obliguen a cambiar determinadas pautas ya adquiridas a personas de una cierta edad. Mi generación es una bisagra entre una y otra. Estar asistiendo a la desaparición de un mundo es lo peor.


Mario VAQUERIZO, Haciendo majaradas, Espasa, Barcelona, 2012.

RAYMOND: El crío


Nos había dicho que matáramos a los hombres y que hiciéramos con las mujeres lo que nuestra conciencia nos dictara, pero que no tocáramos a los niños. Los niños no tenían culpa de nada.

No había pensado en aquello hasta que llegué a aquella granja. El grupo se había quedado en un pueblo y Jerome y yo fuimos a la granja. Cuando nos acercábamos, una bala alcanzó a mi compañero, le hizo una fea herida en el brazo que le tiró del caballo. Iba a ayudarle pero me dijo que matara al granjero.

-Déjame aquí, Reuben.

Es lo que hice. Aguijoneé a Whitefoot y me dirigí a la granja. Aquel tipo, quizá, sólo había tirado contra mapaches, pero nunca contra un jinete que se acercara cabalgando. Alcanzó a dispararme dos veces, antes de que llegara a su lado. Después, cuando me puse a su lado, me observó por unos instantes: en su mirada no había miedo, sino odio. Comenzó a cargar el fusil una tercera vez. Le dejé hacer: no me gusta disparar contra la gente desarmada. Los dedos le temblaban un poco. Cuando levantó el arma, le disparé. Creo que había muerto antes de llegar al suelo.

De repente apareció aquel crío. Le eché once o doce años. No sé dónde diablos aprendió todas aquellas blasfemias. Levanté el revólver y disparé al aire, pero el maldito crío siguió lanzando palabrotas. Me dieron ganas de bajarme del caballo y darle unos buenos azotes, pero mi camarada estaba herido.

-Entierra a tu padre -le dije.

Diablos, el chico debería estar agradecido: ni siquiera quemé la maldita casa. Cuando me había alejado un centenar de pasos, escuché el disparo. Supuse que que la bala había salido alta y que el crío se había caído de espaldas. Deseé que se hubiera destrozado el hombro.

Subí como pude a Jerome en su caballo y nos dirigimos al pueblo. No estaba lejos y no era difícil perderse: el humo marcaba el camino. El pueblo ardía por los cuatro costados. El capitán se acercó y miró la herida de Jerome.

-Reuben -me dijo-, tendremos que cabalgar hasta el río. Nos han dicho que a varias millas hay una compañía de federales.

-Está bien. Yo iré con él.

No tuvo que decirme que no esperaría a nadie porque yo ya lo sabía. Salimos del pueblo como diablos. Pronto, Jerome y yo comenzamos a quedarnos atrás. Había perdido mucha sangre.

-Vamos -le dije-. Ya podrás descansar cuando lleguemos al río.

A media tarde decidí que teníamos que detenernos. Fue entonces cuando me di cuenta de que Whitefoot estaba herido. ¡Aquel maldito niño! Bajé a McClay del caballo. Estaba frío. Le sacudí.

-¿Cómo estás?

-Duele mucho. Es como si tuviera una serpiente dentro del cuerpo.

-Creo que no llegaremos al río -le dije.

-Déjame aquí, Reuben.

-No, no podría dejarte.

-Dile a madre que... No sé. Lo que se te figure.

Sí, tendría que decirle algo. Jerome iba a cumplir los dieciséis años en mayo.


Frank RAYMOND, El crío.

martes, 28 de agosto de 2012

ELLROY: La pereza y el desorden


Estuvimos en el Pacific Dining Car y tomamos grandes bistecs para cenar. Charlamos. Empecé a darme cuenta de lo mucho que ambos detestábamos la pereza y el desorden. Yo había vivido en ambos durante veinte años seguidos. Bill lo había vivido no hacía mucho tiempo, como policía en activo. La pereza y el desorden pueden ser sensuales y seductores. Los dos lo sabíamos. Comprendíamos el tirón que producían. Tenía que ver con la testosterona. Uno debía controlarse, hacerse valer. Si se perdía el control, el tirón lo obligaba a capitular y a rendirse. El placer barato era una tentación condenable. La bebida, la droga y el sexo sin orden ni concierto proporcionaban una versión barata del poder al que uno se proponía renunciar. Destruían la voluntad de llevar una vida decente. Promovían el delito. Destruían los contratos sociales. La dinámica tiempo perdido/tiempo recuperado me lo enseñó. Los estudiosos atribuían la delincuencia a la pobreza y el racismo. Tenían razón. Vi el crimen como una plaga moral concurrente cuyo origen era absolutamente empático. El delito era energía masculina mal dirigida, un anhelo absoluto de rendición extática, un anhelo romántico fracasado. El delito era la pereza y el desorden del descuido personal a escala epidémica. El libre albedrío existía. Los seres humanos eran mejores que las ratas en sus reacciones a los estímulos. El mundo era un lugar jodido. En cualquier caso, todos éramos responsables.


James ELLROY, Mis rincones oscuros, Zeta, Barcelona, 2008.

VILA TORRES: El morbo de lo prohibido

Y de esa amistad, trabada hacía ya algunos años, habían pasado ahora, entre las palmeras y la arena, al pie del monte Azro y al abrigo del manto oscuro de la cálida noche estival, a fundirse en una misma carne, cuerpo contra cuerpo, queriéndose como si el mismísimo Alá les hubiera otorgado su gracia divina para el amor.

A lo largo de aquella noche, mil veces abrió Yegane sus labios carnosos musitando palabras de amor, gimiendo apenas un deseo que no podía ser silenciado, buscando en el aire nocturno y con los ojos cerrados una boca capaz de acelerar aún más su respiración entrecortada.

Excitados por el morbo de lo prohibido, Yegane y Youssef se rindieron al embrujo de una atracción reprimida durante demasiado tiempo; negaron ojos y oídos a la autoritaria voz de la conciencia, y no hubo ocasión de pensar siquiera en preceptos religiosos, en la furia que habrían de sentir sus padres si se enteraban, o en el pecado mortal con el que estaban insultando a la Umma, al Dios creador y al mismísimo profeta Mahoma.


Enrique VILA TORRES, Historias robadas, Cátedra, Madrid, 1990.

lunes, 27 de agosto de 2012

MARTÍNEZ: Feria y fiestas


Cuando amanece, los gusarapos se arrastran por las calles bajo los efectos del estupor alcohólico, cubiertos de polvo, desaliñados, descalzos (o descalzas, más bien), balbuceantes, aturdidos. Durante seis o siete horas han ocupado el ferial, del que habían expulsado después de breve y desigual lucha a la gente normal.

Cada vez más, las ferias y fiestas se han convertido en una especie de macrobotellones autorizados. Sólo importa una cosa: beber, beber la mayor cantidad posible de alcohol, no parar de beber durante seis días. Los gusarapos tragan cerveza, toda clase de licores y combinados, chupitos, vino, valgas, cubalitros. Rinden infame culto a Baco, que se regocija por su póstumo triunfo.



A veces me pregunto qué pasaría si las ferias actuales, en vez de olímpicas melopeas, fuesen jocosas cuchipandas. ¿Me resultaría tan desagradable que la gente sólo se dedicara a comer? ¿Que alguien engullera en la Caseta del Partido Comunista no uno sino siete u ocho bocadillos de chorizo? ¿Que en la Caseta de la Expiración se devorasen gigantescos platos de migas? ¿Que se tomara como aperitivo en los bares un pollo asado entero, con su correspondiente guarnición de patatas y pimientos? ¿Que la Caseta Municipal no diera abasto sirviendo descomunales raciones de paella?


www.linares.blogspot.com

ELLROY: Largas penas de cárcel

Lincoln F. Eddy y Dorothea Johnson pasaron ese día bebiendo en varios bares de El Monte. Avanzada la tarde, fueron a la casa de Eddy, quien obligó a la señorita Johnson a hacerle una mamada. Ella regresó a su propia casa y trató el asunto con su compañera de cuarto, la señorita Viola Gale. Las mujeres consiguieron un rifle y volvieron a donde vivía Eddy.

Mataron a tiros a Lincoln Eddy. Dos chicos que jugaban a catch en la calle las vieron entrar y salir. La mañana siguiente, fueron detenidas. Juzgadas y declaradas culpables, se las sentenció a largas penas de cárcel.


James ELLROY, Mis rincones oscuros, Zeta, Barcelona, 2008.

R.S.: El Borbón bobo


No, no voy a hablar de ese rey de Francia que consiguió expulsar a los ingleses. El Carlos VII del que me voy a ocupar esta mañana es más insignificante.

Desde que Isabel II había sido expulsada de España, los carlistas se preparaban: los contrabandistas recorrían incansables la muga, se escondían armas en los sótanos y en los sobrados, se afilaban las espadas, se preparaban los uniformes y las rojas chapelas. Circulaban esperanzadores rumores de que el rey, que nunca había pisado España, cruzaría pronto la frontera. En Madrid había un monarca extranjero, italiano, ridículo: nadie le hacía caso.

Los carlistas estaban orgullosos de sus ideas: Dios y leyes viejas, catolicismo y fueros. Por fin todo volvería a como estaba antes de la invasión francesa de 1808, que tantos males trajo: la pérdida de la España de ultramar, el liberalismo, el positivismo. Los curas agitaban el Syllabus (el Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores, para ser más precisos) y daban gritos a favor de Carlos VII, el rey legítimo

En abril de 1872, por fin, estalló la guerra. El 2 de mayo, aniversario del glorioso alzamiento del pueblo madrileño, Carlos María de Borbón y de Habsburgo-Lorena-Este entró en el pueblucho de Vera de Bidasoa, cuyos habitantes le vitorearon extasiados. La gente se acercaba, le besaba la mano. Pronto notaron algo extraño en él. Sucedió lo que decía Gracián: "Nunca lo verdadero pudo alcanzar a lo imaginado". Hasta entonces, sólo le conocían los pocos fieles que le habían tratado en el exilio austriaco, en Suiza. Los vasco-navarros creyeron que su rey estaba almidonado. Cuando le escucharon, se dieron cuenta de que… ¡no hablaba castellano! Poco a poco, llegaron a otra conclusión más terrible: era de un ingenuo total, era tonto. En la corte de Estella comenzaron a llamarle, por supuesto a sus espaldas, el rey Bobo. Algún cortesano recordó entonces que el reyezuelo de Fernando Poo, Sepaoko, vivía encerrado en casa, lejos de las miradas de los bubis y de los españoles. Quizá hubieran debido hacer eso con su rey.



Carlos VII era ajeno a todo esto, estaba entusiasmado organizando el Estado: moneda, Código Penal, Tribunal Supremo, Aduanas, servicio de correos, la Universidad de Oñate. Comenzó a conceder títulos nobiliarios; hasta 102 había otorgado al final de su reinado (por sólo cinco de su padre).

Durante el caos republicano, los carlistas vencieron en varias escaramuzas, revitalizantes. Se puso sitio a Bilbao, pero no hubo forma de tomar la ciudad. La llegada al trono de Alfonso XIII y el gobierno conservador de Cánovas hicieron que el carlismo se desmoronara: comenzó la deshecha.

El pretendiente no se desanimó. Los españoles habían sido demasiado ingratos, pero él seguía siendo un Borbón. Después de la muerte del conde de Chambord, Carlos María decidió reclamar el trono de Francia, del que era legítimo heredero.

Carlos VII de España, XI de Francia y VI de Navarra murió como había vivido, en el exilio. Quedó su testamento: "Mantened intacta vuestra Fe y el culto a nuestras Tradiciones y el amor a nuestra Bandera. Mi hijo Jaime, o el que en Derecho, y sabiendo lo que ese Derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aun así, si, apuradas todas las amarguras, la Dinastía legítima que nos ha servido de faro providencial estuviera llamada a extinguirse, la Dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguir jamás. Vosotros podáis salvar a la Patria como la salvasteis, con el Rey a la cabeza, de las hordas mahometanas, y huérfanos de monarca, de las legiones napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar eran los que vencieron en Las Navas y en Bailén. Unos y otros llevaban la misma Fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios".

Sus sucesores llevaron al carlismo por caminos insospechados. Jaime III mostró sus simpatías por el socialismo y en la Gran Guerra apoyó a Francia: las autoridades austro-húngaras, que le habían acogido, cometieron la ingratitud de internarle en prisión.



Alfonso Carlos I, hermano de Carlos VII, trató de restaurar el carlismo. En 1932 organizó la Comunión Tradicionalista. Apoyó la conspiración contra la República y oportunamente murió en septiembre de 1936. Franco se colocó una boina roja y decidió que él sería el jefe del carlismo a partir de ese momento.

A la muerte de Alfonso Carlos I, de acuerdo con la ley sálica que había iniciado todo el alboroto, los derechos al trono español recaían en Alfonso de Borbón y de Habsburgo-Lorena. Este personaje ya había ocupado ilegítimamente el trono español como Alfonso XIII y en abril de 1931 había renunciado a la corona; “no tengo el amor de mi pueblo”, dijo antes de abandonar el país.




Vascos y navarros no están del todo descontentos con el resultado de las guerras civiles: han conseguido mantener privilegios medievales en la Europa del siglo XXI. El resto de los españoles han obtenido bien poco del conflicto carlista: un artículo hilarante de Larra, un himno con música liberal y letra carlista (el Oriamendi), las novelas de Galdós, Unamuno, Valle-Inclán, Baroja y Perucho, los magníficos y sugestivos óleos de Augusto Ferrer Dalmau.




www.reyes-holgazanes.me

viernes, 24 de agosto de 2012

BAROJA: Magnitogorsk


Para realizar el orden social comunista puro se ha fundado una ciudad llamada Magnitogorsk (la ciudad-imán). Esta ciudad pasa por ser el ideal de las concepciones soviéticas. Está bajo el protectorado del Comisario de Cultos, cosa un tanto paradójica, porque las religiones están absolutamente proscritas en ella y no parece que haya cultos. No son aceptados en la ciudad más que los hombres y las mujeres que se han comprometido a vivir bajo los principios del colectivismo comunista más rígido. El pueblo cuenta ya con cincuenta mil almas, dicho sin ofender a nadie, porque esto de almas debe sonar allí mal.

Las casas no tienen habitaciones familiares, sino salas para la vida colectiva, dormitorios comunes, cuartos de baño comunes, cocinas comunes, y no se llega a las camas comunes, pero quizá se llegue dentro de poco. A mí, como viejo individualista, todo esto me parece bastante baladí. Está en contra de la naturaleza del hombre. Cuando se construye un hotel pobre o rico en Inglaterra o en Marruecos, en el Norte o en el Sur, no se ponen los cuartos separados e individuales y el comedor y el salón colectivos por un capricho,sino porque este es el gusto general. Solamente cuando hay una necesidad perentoria —la guerra, la miseria, la epidemia— se llega a aceptar el dormitorio común. A la persona que está sana le agrada comer, tomar café, leer los periódicos, ver una función de teatro entre gente; en cambio, no le agrada acostarse cerca de otros. Esto le da la impresión de cuartel, de hospital, de cosa triste y lamentable. Probablemente a nadie le gustaría, aunque tuviera medios para ello, ver una función de teatro solo, porque el público forma parte del espectáculo. En cambio, muy poca gente iría a acostarse aun dormitorio común si pudiera ir a otro particular. Al hombre, aun al más despreocupado y cínico, no le parece bien presentarse en estado denaturaleza ante los demás. A la mujer, menos. No se muestra un eczema o un lobanillo como una flor; ni se exhibe un parche poroso o un braguero como el Toisón de oro.

En la nueva ciudad rusa, en la ciudad-imán, no existe la familia. Las palabras padre, madre, hijo,hija, hermano y hermana están prohibidas. Como consecuencia natural, el incesto se permite. Los hijos se llevan a establecimientos comunistas de educación hasta los dieciséis años, en que, sin duda, ya pueden comenzar a padrear. Esto, que los fundadores de la ciudad-imán han creído, sin duda, muy moderno, es muy antiguo;es la vida del clan primitivo. Es también el régimen de los indios del Paraguay, establecido por los jesuitas. En la ciudad-imán, en vez de tocar la campana para marcar las faenas del día el reverendo padre o el fámulo jesuítico, la tocará un judío discípulo de Karl Marx.


Pío BAROJA, Comunistas, judíos y demás ralea, Ediciones Reconquista, Valladolid, 1939.

jueves, 23 de agosto de 2012

BAROJA: La familia va decayendo



Algunos suponen que la palabra latina familia, viene del osco fama, 'casa'.

La familia va decayendo en todas partes por muchas causas. Los motivos principales son varios, unos de carácter natural y otros social.

El primero de carácter natural o biológico es que no hay armonía entre dos personas aunque sean hombre y mujer más que cuando uno se sacrifica o sacrifica al otro. Así, a medida que aumentan la personalidad y el carácter de los cónyuges, aumentan los motivos de disensión. Para este efecto lo mismo da que la personalidad sea en bien o en mal.

Los motivos sociales que hacen decaer a la familia están en la extinción del mayorazgo, en el aumento de la cultura de la mujer, en la movilidad de la familia que le hace perder la moral localista del grupo, en la dificultad mayor cada vez de tener criados, en el divorcio, en el éxodo a las ciudades y en la insuficiencia de la ganancia del hombre que inclina a trabajar a la mujer.

Así se nota actualmente en los pueblos industriales, en donde el hombre y la mujer trabajan en fábricas y en comercios, que casi no hay familia.

Hoy la familia lleva camino de descomponerse. Se ve este cuarto de ciudad grande e industrial con su aparato de calefacción. Por el día en la casa no ha habido nadie. Llegan el hombre y la mujer de la oficina o del taller, ponen un mantel de papel sobre la mesa, sacan unas latas, echan el contenido en el plato, comen.


Pío BAROJA, Desde el exilio, Caro Raggio, Madrid, 1999.

miércoles, 22 de agosto de 2012

MÁRAI: El revisor

En un relato de Kosztolányi, el revisor búlgaro de un expreso que avanza en medio de la oscuridad de la noche cuenta, en el pasillo del tren, la tragedia de su vida a un viajero extranjero —en búlgaro, o sea, en un idioma que éste no comprende en absoluto—, y luego el revisor y el viajero que lo escucha terminan uniéndose en un abrazo fraternal, lleno de comprensión.


Sándor MÁRAI, ¡Tierra, tierra!, Salamandra, Barcelona, 2006.

BAROJA: Tratar a la gente como una manada


En un centro estudiantil parisiense que frecuentábamos, había entre las estudiantes una que se iba a doctorar en derecho y que tenía gran tipo y gran prestancia. Era, al parecer, de las colonias. Vestía muy bien y se mostraba muy seria y muy entonada. Uno de los jóvenes con quien solíamos hablar con frecuencia, amable e inteligente, comenzó a galantear a la belleza colonial a la alta escuela, pero notamos que no tenía el
menor éxito.

Meses después se presentó otro tipo medio aventurero, que era un perfecto estúpido, y lo vimos acompañando a la belleza colonial. A los cuatro o cinco días la agarraba del brazo, le registraba el bolso, le tiraba migas de pan a la cara, y ella se reía, encantada de su estupidez y de su atrevimiento.

-¿Qué se había creído ese tonto? -debía de pensar mirando a su antiguo adorador-; ¿que yo soy alguna diosa o alguna dama sabia? No, yo soy como la hija de la portera.

Esto han descubierto comunistas y fascistas, el que hay que tratar a la gente como a una manada: a los hombres como a reclutas, gañanes, mozos de café o mancebos de peluquería; a las mujeres, como a cupletistas, criadas y vendedoras de periódicos. Es cierto que en la mayoría de los casos este pensamiento es verdad, pero el acierto es perjudicial y quita al mundo como un modelo al que se quiere llegar y que sirve.


Pío BAROJA, Desde el exilio, Caro Raggio, Madrid, 1999.

martes, 21 de agosto de 2012

VAIN: Olympic ruins

















Athens, the city with the world's most famous ruined monument. There are new relics: many of the venues used for 2004 Olympics are now derelict, as ravaged as the troubled country.

http://romantic-ruins.blogspot.com

BUÑUEL: Cumple con tu deber

La más bella de estas historias, a la que encuentro una dimensión rara, me fue contada por el pintor Siqueiros. Presenta, hacia el final de la revolución, a dos oficiales que son viejos amigos, que han estudiado juntos en la Academia Militar, pero que han combatido en bandos opuestos (los de Obregón y Villa, por ejemplo). Uno es prisionero del otro y debe ser fusilado por él. (Solamente se fusilaba a los oficiales, y se indultaba a los simples soldados, si consentían en gritar "viva", seguido del nombre del general vencedor.)

Al anochecer, el oficial vencedor hace salir de su celda al prisionero y le invita a beber en su mesa. Los dos hombres se abrazan y se sientan uno frente a otro. Están abatidos. Hablan, con voz temblorosa, de sus recuerdos de juventud, de su amistad y del implacable destino que obliga a uno a convertirse en verdugo del otro.

—¿Quién hubiera dicho que un día tendría yo que fusilarte? —comenta uno.

—Cumple con tu deber —le responde el otro—. No tienes más remedio.

Siguen bebiendo, acaban embriagándose y, al final, dominado por el horror de la situación, el prisionero dice a su amigo:

—Escucha, amigo: concédeme un último favor. Preferiría que me matases tú mismo.

Entonces, con lágrimas en los ojos, sin levantarse de la mesa, el oficial vencedor saca su revólver y cumple el deseo de su viejo camarada.


Luis BUÑUEL, Jean-Claude CARRIÈRE, Mi último suspiro, Debolsillo, Barcelona, 2008.

BAROJA: Catalina y Zalacaín


Catalina no fue inflexible. Pocos días después, Martín recibió una carta de su hermana. Decía la Ignacia que Catalina estaba en su casa, en Zaro, desde hacía algunos días. Al principio no había querido oír hablar de Martín, pero ahora le perdonaba y le esperaba.

Martín y Bautista se presentaron en Zaro inmediatamente, y los novios se reconciliaron.


Pío BAROJA, Zalacaín el aventurero, Austral, Madrid, 1967.

lunes, 20 de agosto de 2012

ROMERO: El taladro


Otra vez ese ruido: el taladro, el maldito taladro. Miro la hora. ¿Quién puede estar haciendo agujeros a las doce de la noche de un sábado?


Ideal, lunes 20 de agosto de 2012.

Artículo completo

MÁRAI: El trabajo físico no era tarea mía

Una mañana de enero se presentó en mi casa un oficial, acompañado por dos soldados rusos armados, "en busca de varones para llevarlos a trabajar". Yo no tenía idea de lo que pretendía en realidad, así que le respondí con calma que yo no iría a trabajar porque el trabajo físico no era tarea mía. No intenté protegerme, no le dije que estaba enfermo ni traté de dar explicaciones, simplemente le dije que no haría, bajo ningún concepto, trabajo físico alguno. Estábamos de pie en medio de la habitación, los tres rusos y yo, mirándonos. Quizá me ayudó precisamente eso: si hubiese lloriqueado, si me hubiese escondido, si hubiese tratado de despertar lástima, probablemente me habrían arrestado... Sin embargo, aquel oficial —un hombre de mirada penetrante, antipático, con cara de perrero— se limitó a observarme largo rato. Se fueron sin añadir nada.

Yo no entendía lo que acababa de suceder... Unas horas más tarde me enteré de que la misma patrulla había cogido a todos los varones sanos del pueblo: se llevaron a una parte de ellos a trabajar en la construcción de un puente provisional cercano, y al resto a campos de retención rumanos, de donde fueron a parar a la Unión Soviética. Sé de uno de ellos que volvió tres años más tarde, pero también sé de otros que siguen todavía en el mismo lugar, si es que aún viven. Cuando me enteré de todo ello, me acordé de aquella escena tan peculiar.


Sándor MÁRAI, ¡Tierra, tierra!, Salamandra, Barcelona, 2006.

BAROJA: La colectivización en España



Yo no he estudiado teorías comunistas, es cosa que no me interesa, pero he hablado con labradores españoles acerca de la socialización de la tierra, uno de los principales dogmas comunistas, y he visto que no la consideran para ellos perjudicial, sino como una medida imposible de llevar a la práctica por lo cara.

Hace unos meses hablaba con un labrador de un pueblo de la montaña de Navarra. Era hombre todavía joven, propietario de un hermoso caserío con maizales, prados, manzanal y helechales en el monte. Este hombre no había estudiado más que las primeras letras, pero era inteligente y despierto. Le habían nombrado concejal.

—Si viniera un cambio en el régimen de propiedad y les convirtieran a los labradores en obreros, ¿lo aceptarían ustedes? —le pregunté.

—No sé en qué consistiría eso.

—¿Cuántos trabajan ustedes en casa?

—Pues todos: mi mujer, mi suegro, mi hijo mozo, uno más pequeño y yo.

—¿Y todos trabajan con el mayor esfuerzo?

—Todos.

—¿Qué jornal pagan en el pueblo a un oficial de albañil o de carpintero?

—Unas ocho pesetas lo menos; al peón se le paga cinco y al aprendiz, dos o tres.

—Bueno. Pues figúrese usted que a usted le pagaran ocho pesetas, a su suegro cinco, al hijo mayor otras cinco, a la mujer tres y al pequeño dos. Serían veintitrés pesetas de jornal al día y ocho horas de trabajo. ¿Lo aceptarían ustedes?

—¡No lo íbamos a aceptar!

—¿No ganan ustedes ahora tanto?

—No ¡Ca!

—¿El caserío y los campos son suyos?

—Sí.

—¿Qué representarán de capital?

—Hoy no lo daría nadie, pero yo me figuro que se podrían tasar en siete mil duros, treinta y cinco mil pesetas.

—¿Cuánto rentan?

—El capital en tierras lo más que renta aquí es el dos o el dos y medio por ciento al año.

—Así, su finca, como máximun, rentaría ochocientas setenta y cinco pesetas.

—Ponga usted que cada dos años saquemos quinientas pesetas de manzana.

—Es decir, doscientas cincuenta al año que, unidas a la cifra anterior, son tres mil doscientas veinticinco pesetas anuales. Quitando los domingos, en que se supone que no trabajan, ganan ustedes, entre todos, cada día hábil diez pesetas. De la otra manera ganarían veintitrés, en dinero o su equivalente en vales, y en vez de trabajar doce, catorce o dieciséis horas al día, trabajarían ocho.

—Es evidente.

—¿Y usted cree que si el Ayuntamiento se apoderara de todas las propiedades del término municipal podría convertir a los campesinos en obreros pagándoles como tales?

—Imposible. Se arruinaría en menos de un año. Si nosotros, con un trabajo constante ya veces con jornadas de sol a sol, no le sacamos a nuestra tierra más que diez pesetas al día, ¿cómo le iba a sacar el Ayuntamiento con ocho horas veintitrés pesetas, por lo menos, para pagarnos a nosotros? Aun suponiendo que nosotros trabajáramos con el mismo ahínco que ahora.

—¿Y no se podría hacer un trabajo más intenso o más sabio?

—No creo. Aquí empleamos las mismas máquinas que usan en los caseríos en Francia; usamos abono y sacamos a la tierra tres y cuatro cosechas al año.

—¿Tampoco se podría hacer un trabajo colectivo?

Tampoco. Las tierras están muy esparcidas.

Este hombre, en una posición de propietario privilegiado, que gana el producto íntegro de su trabajo, considera más beneficioso el jornal corriente, pero supone que no habría Ayuntamiento que pudiera realizar sin arruinarse la socialización de la tierra. Claro que sería posible dar jornales más pequeños, pero entonces la transformación no tenía ventaja ninguna. Supongo que en casi toda la zona del Norte de España pasará lo mismo que en el país vasco. En esos países lo revolucionario sería dar el caserío al que vive en él.

La misma pregunta que al campesino vasco-navarro, le hacía hace unos meses a un labrador castellano, de tierra de Burgos, propietario de heredades. Se quejaba de la inseguridad de la vida, dela falta de lluvia, de los pedriscos, de la tasa del trigo.

—¿Usted dejaría sus tierras al Municipio para que se encargara de ellas a condición de que a sus hijos ya usted les dieran un jornal seguro por trabajar ocho horas al día? —le pregunté.

—Hombre, eso sería Jauja —me dice él—. La agricultura es cosa muy mala; por eso, todo el mundo que puede se va a las ciudades. Casi todos los que tienen oficios rurales creen que si en vez del producto del trabajo les dieran un jornal seguro, como a los demás obreros, saldrían ganando, pero nadie supone que esto podría ser un buen negocio para el Estado o para el Municipio.

Lo extraño es que en Andalucía y en Extremadura, países de tierras fértiles, pasa algo parecido, y se oye decir a los trabajadores del campo:

—No queremos tierras, sino jornales.

Convertir en obreros a los campesinos, asignándoles un jornal suficiente para vivir medianamente me parece imposible en España. No creo que el país dé para tanto más que en algunas pequeñas zonas, como la huerta de Valencia, la de Murcia y en algunas minas, fábricas y electras.


Pío BAROJA, Comunistas, judíos y demás ralea, Ediciones Reconquista, Valladolid, 1939.

viernes, 17 de agosto de 2012

BAROJA: Cada cual que robe lo que pueda



Cada cual que conserve lo que tenga y que robe lo que pueda.


Pío BAROJA, Zalacaín el aventurero, Austral, Madrid, 1967.

VERNE: África ofrecerá los tesoros acumulados en su seno


-¿Quién sabe replicó el doctor si no se convertirá algún día esta comarca en el centro de la civilización? Tal vez se establezcan aquí los pueblos del futuro, cuando, extenuadas, las regiones de Europa no puedan ya nutrir a sus habitantes.

-¿Tú crees? -preguntó Kennedy.

-Sin duda, mi querido Dick. Observa la marcha de los acontecimientos; considera las migraciones sucesivas de los pueblos y llegarás a la misma conclusion que yo. ¿No es verdad que Asia es la primera nodriza del mundo? Por espacio tal vez de cuatro mil años, trabaja, es fecundada, produce, y después, cuando no se ven más que piedras donde antes brotaban las doradas mieses de Homero, sus hijos abandonan aquel seno agotado y marchito. Entonces se dirigen a Europa, joven y vigorosa, que los está alimentando desde hace ya dos mil años. Pero su fertilidad se agota; sus facultades productoras disminuyen de día en día; esas enfermedades nuevas que atacan cada año los productos de la tierra, esas malas cosechas, esos recursos insuficientes, todo ello es indicio cierto de una vitalidad que se altera, de una extenuación próxima. Así es que ya vemos a los pueblos precipitarse a los turgentes pechos de América, como a un manantial que no es inagotable, pero que aún no está agotado. A su vez, el nuevo continente se hará viejo: sus bosques vírgenes desaparecerán bajo el hacha de la industria; su suelo se debilitará por haber producido en exceso lo que en exceso se le ha pedido; allí donde anualmente se recogían dos cosechas, apenas saldrá una de esas tierras al límite de sus fuerzas. Entonces África ofrecerá a las nuevas razas los tesoros acumulados por espacio de siglos en su seno. Estos climas fatales para los extranjeros se sanearán por medio de la desecación y las canalizaciones, que reunirán en un lecho común las aguas dispersas para formar una arteria navegable. Y este país sobre el cual planeamos, más fértil, más rico, más lleno de vida que los otros, se convertira en un gran reino donde se producirán descubrimientos más asombrosos aún que el vapor y la electricidad.

-¡Ah, señor! -exclamó Joe-. Quisiera ver todo eso.

-Te has levantado demasiado temprano, muchacho.

-Además -dijo Kennedy-, tal vez sea una epoca muy desdichada aquella en la que la industria lo absorba todo en su provecho. A fuerza de inventar máquinas, los hombres acabarán devorados por ellas. Yo siempre he imaginado que el último día del mundo será aquel en que alguna inmensa caldera calentada a miles de millones de atmósferas haga estallar nuestro planeta.


Julio VERNE, Cinco semanas en globo, Esplandián Editores, Madrid, 1999.

jueves, 16 de agosto de 2012

BAROJA: Ignacio de Loyola, comedor de caracoles


El hombre pequeño, moreno, seco, que abunda más en Navarra que en el país vasco, podría ser el capsiense; este capsiense, pariente del ibero o berberisco, es un producto africano que vino por Almería (El Algar), que trajo la civilización del cobre, que cruzó España por el lado este y subió por Francia hasta el norte de Europa. Era una raza violenta y apasionada que se caracterizaba en gran parte por ser comedores de caracoles. Se puede seguir todavía el rastro de los capsienses, por la afición o no afición que hay a comer caracoles. En el país vasco no hay afición por ello; donde la hay, ha habido, sin duda, una infiltración de los capsienses.

La raza capsiense era una variante de la del Mediterráneo como la de los ligures, iberos, judíos, fenicios, árabes, etc.

San Ignacio, por su aspecto físico y por su aspecto moral, era de la raza de los capsienses.


Pío BAROJA, Desde el exilio, Caro Raggio, Madrid, 1999.

RODRÍGUEZ ZAPATERO: Otra dimensión de lo real



El lector que tiene en sus manos Ficciones es una persona en la frontera, un ser humano que está a punto de abandonar el mundo seguro y confortable del que está hecha la vida cotidiana para adentrarse en un territorio absolutamente nuevo. Borges descubre en su obra, o quizás inventa, otra dimensión de lo real. Con seguridad el título, que nos sugiere la idea de mundos imaginados y puramente ilusorios, es sólo una sutil ironía del autor, una más, que nos señala lo terrible y maravillosamente real de sus argumentos. Después de leer a Borges el mundo real multiplica sus dimensiones y el lector, como un viajero romántico, vuelve más sabio, más pleno, o lo que es lo mismo, ya nunca vuelve del todo. Ficciones es una de las más esenciales e inolvidables obras de Borges. En ella se resumen los principales temas, los intereses intelectuales más queridos del autor. En todas las historias de este libro el tiempo es, de un modo u otro, un personaje central.

También lo es la literatura, los libros. Libros en los que está escrito el destino de los hombres y que por eso son a la par tan necesarios como inútiles. También el destino es una preocupación borgiana, un destino que no es más que el reconocimiento de que nuestros afanes e inquietudes, que aquello que nos parece incierto, que sólo es un deseo o un temor, tiene otra cara, una cara cierta, cerrada. Lo que en el anverso es azar, en el reverso es necesidad. Quizás, entre las cosas admirables de Borges, la que más me impresiona es su extraña mezcla de pasión y escepticismo, esa mezcla de la que en distinta proporción y cantidad estarnos hechos los seres humanos, pero que en el caso de nuestro autor se dan en un equilibrio y abundancia cuya mejor prueba es su obra.


Jorge Luis BORGES, Ficciones, Biblioteca El Mundo, Madrid, 2001.

miércoles, 15 de agosto de 2012

S.T.T.L. Harry Harrison



Te diré lo que cambió. Llegó la medicina moderna. Todo podía curarse. La malaria fue erradicada, junto con todas las otras enfermedades que habían estado matando a gente joven y manteniendo bajo el nivel de la población. Llegó el control de la muerte. Los viejos vivían muchos más años. Se salvaban muchos niños que antes hubieran muerto. Pero el ritmo de procreación era el mismo, y continuaba siéndolo: por cada dos personas que mueren nacen tres. De modo que la población empezó a duplicarse... y sigue duplicándose a un ritmo cada vez más rápido. Padecemos una plaga de gente, una enfermedad de gente infestando el mundo. Tenemos más gente que vive más tiempo. Tiene que nacer menos gente, esa es la respuesta. Tenemos que contrarrestar el control de la muerte con el control de la natalidad.

Harry HARRISON, Hagan sitio, hagan sitio, Acervo, Barcelona, 1976.

BAROJA: Buena suerte


Hay hombres para quienes la vida es de una facilidad extraordinaria. Son algo así como una esfera que rueda por un plano inclinado, sin tropiezo, sin dificultad alguna.

¿Es talento, es instinto o es suerte? Los propios interesados aseguran ser instinto o talento, sus enemigos dicen casualidad, suerte, y esto es más probable que lo otro, porque hay hombres excelentemente dispuestos para la vida, inteligentes, enérgicos, fuertes y que sin embargo, no hacen más que detenerse y tropezar en todo.

Un proverbio vasco dice: "El buen valor asusta a la mala suerte". Y esto es verdad a veces... cuando se tiene buena suerte.


Pío BAROJA, Zalacaín el aventurero, Austral, Madrid, 1967.

RAMÓN: El veredicto de Paloma Zorrilla


Paloma Zorrilla ha emitido un veredicto. Riguroso, implacable. El público empieza a aplaudir. Yo me quedo paralizado, ni siquiera me doy cuenta de que la presentadora, después de largar un comentario estúpido, nos ha despedido: el programa ha acabado. Mi oponente se acerca con una sonrisa de satisfacción y me dice algo, que no logro escuchar. Los que han asistido al juicio se le acercan, comienzan a darle palmadas en la espalda, a felicitarle. Se aleja rodeado de gente, triunfante, como un torero que hubiera cortado dos orejas en Las Ventas.

Permanezco agarrotado durante unos instantes. Hasta que se aproxima uno de los que más han vociferado contra mí, de los que más vehementemente han defendido a mi oponente. Está tan cerca que percibo el extraño olor sulfúreo que emana de él.

-Estaba contigo –me susurra-, pero hoy me tocaba apoyar al otro.

Le miro aturdido, no le respondo.

Poco a poco, el plató se queda vacío, en silencio. Apagan los focos, ya sólo queda una luz débil al fondo. ¿Se han olvidado de mí? No, sé que los ejecutores esperan fuera.

Pasa el tiempo y sigo dándole vueltas a la cabeza: la acumulación de errores, el fracaso. No puedo moverme. El veredicto de Paloma Zorrilla ha sido riguroso, implacable.


Francisco RAMÓN, El veredicto de Paloma Zorrilla.

BAROJA: Noruega y Rusia


En Europa hay países que realizan el progreso de una manera más noble, más liberal y más humana que Rusia, por ejemplo, los pueblos escandinavos.

Dinamarca y Noruega no tienen apenas Ejército, ni Marina de guerra, ni aristocracia. En Noruega, la propiedad territorial está limitada. No se puede tener más que una finca con veinte trabajadores como máximum. Allí se acabó el latifundio. La enseñanza es gratuita desde las primeras letras hasta la universitaria. Las bibliotecas envían los libros que les piden, a donde sea, dentro del país, gratis. En los dos países se entra y se sale sin dar explicaciones a nadie. No se nota allí la Policía y hay un gran respeto mutuo dentro de la libertad.

En Rusia es todo lo contrario. El Ejército es enorme; la Policía, terrible y amenazadora. No se permite salir a la gente del paraíso soviético; se persigue a tiros al que quiere escaparse, y cuando matan a un comunista del Gobierno, se fusilan setenta y seis hombres en represalias. Otros dicen que ciento dieciséis. Como compensación a esas inmundas carnicerías, hay fiestas de baile y otras cachupinadas dirigidas por el Estado. Yo pienso con más simpatía en esos pocos millones de escandinavos que no en los ciento setenta millones de rusos, que antes eran esclavos de un zar y ahora lo son de Stalin.


Pío BAROJA, Comunistas, judíos y demás ralea, Ediciones Reconquista, Valladolid, 1939.

martes, 14 de agosto de 2012

GARFIAS: Asturias



Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte...
Asturias verde de montes
y negra de minerales.

Yo soy un hombre del Sur
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de pan y horizontes...
¡Hambre!

Bajo la piel resecada
ríos sólidos de sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarte.

Los ojos ciegos, los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias lejana,
hija de mi misma madre.

Dos veces, dos, has tenido
ocasion para jugarte
la vida en una partida,
y las dos te la jugaste.

¿Quién derribará ese árbol
de Asturias, ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable
que corre por toda España
crispándonos de coraje?

Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra este cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme,
herida viva de su carne.

Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.

Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias esta aguardándote
sola en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.

Pedro GARFIAS, Asturias.

BUÑUEL: Quince días buscando un adjetivo


Conocí a ese poeta extraño y magnífico que se llamaba Pedro Garfias, un hombre que podía pasar quince días buscando un adjetivo.

Cuando lo veía, le preguntaba:

—¿Encontraste ya ese adjetivo?

—No; sigo buscando —contestaba él, alejándose pensativo.

Aún me acuerdo de memoria de una poesía suya titulada Peregrino, de su libro Bajo el ala del Sur:

Fluían horizontes de sus ojos,
Traía rumor de arenas en los dedos
Y un haz de sueños rotos
Sobre sus hombros trémulos.
La montaña y el mar, sus dos lebreles,
Le saltaban al paso
La montaña, asombrada, el mar, encabritado...


Garfias compartía una modesta habitación con su amigo Eugenio Montes en la calle Humilladero. Fui a verles una mañana, a eso de las once. Mientras charlaba, Garfias, con ademán indolente, se quitaba las chinches que se le paseaban por el pecho.

Durante la guerra civil publicó unas poesías patrióticas que ya no me gustan tanto. Emigró a Inglaterra sin saber ni una palabra de inglés y lo recogió en su casa un inglés que no sabía absolutamente nada de español. No obstante, parece ser que conversaban animadamente durante horas.

Después de la guerra vino a México, como tantos españoles republicanos. Hecho casi un mendigo, muy sucio, entraba en los cafés a leer en voz alta poesías. Murió en la miseria.


Luis BUÑUEL, Jean-Claude CARRIÈRE, Mi último suspiro, Debolsillo, Barcelona, 2008.

WINKLEMAN: Things I've learnt


So this is goodbye. For a bit. In the meantime I will leave you with the things I've learnt in the two years of writing this column.

1. Men are tricky.

2. Women can be trickier.

3. David Cameron isn't ready.

4. Victoria Beckham should smile a little bit more.

And 5. When all is said and done, it is never advisable to wear a beret. Even as a joke.

Claudia WINKLEMAN,This is goodbye. For a bit.

The Independent, miércoles 17 de septiembre de 2008.

Artículo completo

COPPOLA: Willard y Kurtz


Hablamos de cómo la película era un paralelismo de todo lo que Francis estaba viviendo este año. De cómo había sido Willard, al emprender su misión de hacer la película, y de cómo se había convertido en Kurtz por un tiempo.


Eleanor COPPOLA, Notas a Apocalypse Now. Diario de una filmación, Emecé, Buenos Aires, 2002.

lunes, 13 de agosto de 2012

RODRÍGUEZ ZAPATERO: Enfermo de Borges


Durante un tiempo, cuando era más joven, estuve enfermo de Borges; todavía no estoy seguro de haberme curado. Cuando uno enferma de Borges se pregunta por qué la gente sigue, seguimos, escribiendo. Todo está en Borges y él lo sabe.


Jorge Luis BORGES, Ficciones, Biblioteca El Mundo, Madrid, 2001.

S.T.T.L. Joe Kubert