Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

miércoles, 1 de agosto de 2012

XINRAN: Casada por la revolución

El líder del regimiento me indicó que me detuviera y que le acompañara. Le seguí a la oficina, donde me preguntó en tono grave

-¿Estás preparada para completar cualquier misión que el Partido tenga preparada para ti?

—Por supuesto —respondí sin dudar ni un instante. Yo siempre había querido unirme al Partido, pero, sabiendo que mi familia no era revolucionaria, entendía que debería trabajar más duro que los demás para competir con ellos.

—¿Estás lista para cumplir cualquier misión incondicionalmente, sin importarte la que sea?

Yo estaba perpleja. El líder del regimiento había sido siempre tan directo, ¿por qué ahora se mostraba tan esquivo? Sin embargo, me repuse al instante y le dije:

-¡Sí, le aseguro que llevaré a cabo la misión!

No parecía estar demasiado a gusto con mi determinación, pero me ordenó cumplir con mi urgente misión inmediatamente, y tuve que partir aquella misma noche hacia el campamento del gobierno regional. Quería despedirme de mis amigos, pero él dijo que no había necesidad. Que eran tiempos de guerra. Acepté y me marché con dos de los soldados enviados para recogerme. Ellos no dijeron palabra durante las dos horas que duró el viaje, y yo tampoco podía preguntar, ésa era la regla.

En el campamento del gobierno regional fui presentada a un oficial mayor, vestido con uniforme del ejército. Me miró de arriba abajo y dijo:

-No está mal... pues bien, desde hoy serás mi secretaria. A partir de ahora deberás estudiar más, trabajar duro para mejorar y esforzarte para unirte al Partido cuanto antes.

Luego ordenó a alguien que me llevara a una habitación a descansar. La habitación era muy cómoda, había hasta un edredón nuevo sobre el kang. Realmente parecía que trabajar para el líder sería algo diferente, pero estaba tan exhausta que no le di más vueltas al tema y me dormí.

Más tarde, esa misma noche, fui despertada por un hombre que se metió en mi cama. Aterrorizada, estaba por gritar cuando me tapó la boca con la mano y dijo en voz muy baja:

-Shhh... no molestes el sueño de los demás camaradas. Ésta es tu misión.

—¿Misión?

—Sí, a partir de hoy ésta será tu misión.

La dura voz pertenecía al oficial mayor que había conocido más temprano. No tenía fuerzas para defenderme, y no sabía cómo. Sólo pude llorar.

Al día siguiente, el Partido me informó de que estaban preparando una sencilla fiesta para celebrar nuestro matrimonio. Ese oficial es ahora mi marido.

XINRAN Xue, Nacer mujer en China. Las voces silenciadas, Planeta, Barcelona, 2007.