Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

viernes, 31 de agosto de 2012

MÁRAI: La pobreza de los escritores húngaros

En Ruán, Flaubert disponía de tiempo. En París, en su habitación recubierta de corcho, Proust llevaba una vida ociosa que le permitía perseguir el tiempo perdido porque disponía de una fortuna. Valéry disponía de tiempo: no tenía fortuna, pero trabajaba como empleado en la agencia Havas. Gide poseía una finca en Cuverville... Los enterados de los cafés literarios de Budapest citaban esos ejemplos con resignación. Pocos sabían que las circunstancias vitales de los escritores occidentales tampoco eran, por lo general, más ventajosas que las de sus compañeros húngaros. Sin embargo, el escritor húngaro —como el aristócrata venido a menos— siempre sentía vergüenza al hablar de su pobreza. En Occidente los escritores mostraban con mayor valentía sus estrecheces económicas.


Sándor MÁRAI, ¡Tierra, tierra!, Salamandra, Barcelona, 2006.