Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

martes, 21 de agosto de 2012

BUÑUEL: Cumple con tu deber

La más bella de estas historias, a la que encuentro una dimensión rara, me fue contada por el pintor Siqueiros. Presenta, hacia el final de la revolución, a dos oficiales que son viejos amigos, que han estudiado juntos en la Academia Militar, pero que han combatido en bandos opuestos (los de Obregón y Villa, por ejemplo). Uno es prisionero del otro y debe ser fusilado por él. (Solamente se fusilaba a los oficiales, y se indultaba a los simples soldados, si consentían en gritar "viva", seguido del nombre del general vencedor.)

Al anochecer, el oficial vencedor hace salir de su celda al prisionero y le invita a beber en su mesa. Los dos hombres se abrazan y se sientan uno frente a otro. Están abatidos. Hablan, con voz temblorosa, de sus recuerdos de juventud, de su amistad y del implacable destino que obliga a uno a convertirse en verdugo del otro.

—¿Quién hubiera dicho que un día tendría yo que fusilarte? —comenta uno.

—Cumple con tu deber —le responde el otro—. No tienes más remedio.

Siguen bebiendo, acaban embriagándose y, al final, dominado por el horror de la situación, el prisionero dice a su amigo:

—Escucha, amigo: concédeme un último favor. Preferiría que me matases tú mismo.

Entonces, con lágrimas en los ojos, sin levantarse de la mesa, el oficial vencedor saca su revólver y cumple el deseo de su viejo camarada.


Luis BUÑUEL, Jean-Claude CARRIÈRE, Mi último suspiro, Debolsillo, Barcelona, 2008.