Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

martes, 3 de agosto de 2010

PAUSTOVSKI: Nieve

Tatiana Petrovna, una joven moscovita que poco antes de la guerra se había divorciado, consiguió ser evacuada junto a su hija Varvara a una pequeña ciudad. Fueron a vivir a la casa de un anciano llamado Potapov. Tuvieron poco tiempo para conocerle, pues apenas se instalaron en la casa murió el anciano.

Al principio, Tatiana no soportaba aquella ciudad provinciana, minúscula, aburrida, sin las diversiones que ofrecía Moscú; sin embargo, le acabaron gustando los paseos por las calles cubiertas de nieve, nieve que siempre permanecía blanca. Poco a poco se fue acostumbrado a vivir en una casa llena de recuerdos de un desconocido. Potapov tenía un hijo sirviendo en la flota del Mar Negro. Tatiana miraba las fotografías del hijo, las contemplaba todos los días y sentía que le había conocido en algún lugar, hacía mucho tiempo, quizá antes de su fracasado matrimonio.


Las cartas para Potapov siguen llegando. Tatiana las acumula sin abrir en el escritorio del anciano. Una noche, cuando está nevando, Tatiana no puede dormir. Por curiosidad, abre una de las cartas. Es Nikolai, el hijo de Potapov. Se está recuperando en un hospital de una herida, nada grave, una astilla que se le clavó en el brazo; varios camaradas tuvieron menos suerte y fueron alcanzados de lleno por la explosión. Abre otra carta, las abre todas. Nikolai espera que, después de ser dado de alta, podrá obtener permiso para visitar al anciano. El hijo imagina su regreso: está nevando, pero el camino al viejo abeto está despejado; el piano ha sido finalmente afinado y, sentado en él, toca la obertura de La reina de picas mientras que las velas centellean en el candelabro del abuelo.


Tatiana se da cuenta de que cualquier día podría regresar el hijo de Potapov. Será difícil para él conocer la muerte de su padre, descubrir gente extraña viviendo en su casa, no encontrar las cosas que espera. A la mañana siguiente, Tatiana, con la ayuda de Varvara, limpia la nieve que cubre el camino al abeto y contrata a alguien para afinar el piano. Encuentra las velas, el candelabro del que hablaba la carta. Varvara le pregunta por qué tocan aquellas cosas que pertenecen a la otra gente, por qué madre puede hacerlo cuando a ella se lo ha prohibido. Tatiana le responde con una sonrisa.

Nikolai, después de haber sido dado de alta del hospital, llega a la estación de tren de la pequeña ciudad con la esperanza de visitar a su padre. Sólo puede permanecer allí por veinticuatro horas antes de regresar a Novorossisk. En la estación le dicen que Potapov ha muerto. Nikolai pasea por las calles cubiertas de nieve. No tiene intención de ir a su antiguo hogar, sólo quiere contemplar el viejo abeto de su infancia. Está de pie en la nieve, pensativo, cuando una joven le toca el hombro y lo invita a la casa.


Encuentra todo lo que había imaginado, el candelabro, el piano. Tatiana calienta té en el samovar. Mientras lo beben, le dice al marino que lo recuerda de alguna parte. Al anochecer, Nikolai toca La dama de picas.


Preparan el sofá para que duerma allí Nikolai. Pero el marino no logra conciliar el sueño, sólo quiere disfrutar de cada minuto en su antiguo hogar.


A la mañana siguiente, Tatiana acompaña a Nikolai a la estación de tren. Antes de que suba, ella le promete que le escribirá. Después de todo, dice, son prácticamente parientes ahora.


Unos días más tarde, Tatiana recibe una carta. Nikolai le dice que se acuerda donde se encontraron antes. Fue en 1932, en Crimea. Nikolai estaba caminando por un parque cuando vio a una muchacha sentada en un banco, con un libro entre las manos. Él la miró y tuvo la sensación de que ella le cambiaría la vida. Sin embargo, no se atrevió a hablarle. Le dice que el destino ha querido que fuera evacuada a aquella casa.


Tatiana lee varias veces la carta, la pone sobre el escritorio: piensa que nunca ha estado en Crimea. Pero, ¿realmente importa?