El mundo de Amadís es sencillamente espléndido, un abirragado e impresionante tapiz lleno de intrincados y prodigiosos detalles; extraños palacios de mármol tan pálido como la luna y tan blancos como el hielo labrado, se elevan en los brumosos linderos de bosques encantados envueltos en un místico resplandor purpúreo y habitados por bandidos desesperados o perversas hechiceras. Los aterciopelados prados están sembrados de pabellones de seda, en el aire ondean los dorados blasones de los estandartes y las armaduras de acero resplandecen entre coronas de oro cuajadas de piedras preciosas. Unas peligrosas y profundas gargantas se abren bajo las colinas rematadas por castillos, y allá arriba se elevan las azules y melladas cumbres de las montañas habitadas por dragones. Unos espantosos gigantes moran en las lejanas cumbres o en las brumosas e inexploradas islas que sobresalen de los pálidos mares recubiertos de niebla.
Lin CARTER, El origen de El señor de los anillos, Suma de Letras, Madrid, 2003.
Lin CARTER, El origen de El señor de los anillos, Suma de Letras, Madrid, 2003.