Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

martes, 17 de abril de 2012

LEE: Maycomb


Maycomb era una población antigua, pero cuando yo la conocí por primera vez era, además, una población antigua y fatigada. En los días lluviosos las calles se convertían en un barrizal rojo; la hierba crecía en las aceras, y, en la plaza, el edificio del juzgado parecía desplomarse. De todas maneras, entonces hacía más calor; un perro negro sufría en un día de verano; unas mulas que estaban en los huesos, enganchadas a los carros Hoover, espantaban moscas a la sofocante sombra de las encinas de la plaza. A las nueve de la mañana, los cuellos duros de los hombres perdían su tersura. Las damas se bañaban antes del mediodía, después de la siesta de las tres... y al atardecer estaban ya como pastelillos blandos con incrustaciones de sudor y talco fino.

Entonces la gente se movía despacio. Cruzaba cachazudamente la plaza, entraba y salía de las tiendas con paso calmoso, se tomaba su tiempo para todo. El día tenía veinticuatro horas, pero parecía más largo. Nadie tenía prisa, porque no había adónde ir, nada que comprar, ni dinero con que comprarlo, ni nada que ver fuera de los límites de Maycomb. Sin embargo, era una época de vago optimismo para algunas personas: al condado de Maycomb se le dijo que no había que temer a nada, más que a sí mismo.

Harper LEE, Matar un ruiseñor, Plaza y Janés, Barcelona, 1996.