Manzanares debía de creer que el primer toro estaba sordo y le hablaba a gritos. Pero el toro no estaba sordo, y le mugía: "No me chille, tenga la bondad". No todo el mundo sabe entender el lenguaje de los toros –Manzanares tampoco, evidentemente– y, sin embargo, es bien fácil: basta comprar el manual ¿Quiere usted aprender a mugir en siete días?, y leerlo con atención. Luego, hacer prácticas. Muchos creen que los toros están sordos, o atontados de los tiros, y les hacen unas cosas extrañísimas. Victor Mendes, por ejemplo, para citar un par de banderillas al tercero, puso gesto terrible, levantó los brazos, se puso a gritar "¡Oooh, ajoó, ajujú!", y el torico bueno se fue de vareta, patas abajo.
Joaquín VIDAL, No me chille.
El País, sábado 24 de abril de 1993.
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