Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

lunes, 3 de septiembre de 2012

GONZÁLEZ: Adopción canina


Un hombre uniformado llamó a nuestra puerta al cabo de una semana, hacia la hora de cenar. Era un tipo de mediana edad y aspecto severo, grande como un armario, con un uniforme azul cubierto de insignias, galones y dorados, provisto de una placa de inspector de la perrera de Battersea. Me dio las buenas noches con un estremecedor vozarrón de sargento instructor.

Yo le hice pasar con cierta torpeza de gestos: tenía un cigarrillo en una mano y un vaso de whisky en la otra.

-Veo que fuma usted. ¿Bebe con frecuencia? -inquirió secamente.

Un tipo con aspecto de policía y voz de policía no siempre resulta reconfortante cuando se mete en casa de uno.

-Oh, muy de vez en cuando -respondí con una sonrisa patética.

El hombretón uniformado se abrió paso hacia la cocina.

-¿Es aquí donde dormirá el perro?

-No sé -balbuceé-. Es posible que duerma con nosotros.

-Los perros deben dormir en la cocina, y la de ustedes es demasiado pequeña y tiene un ventilación deficiente. Además, carece de jardín. En general, la casa me parece bastante inadecuada. Ustedes son españoles, ¿no?

Vi en sus ojos lo que pensaba. Yo era un español alcoholizado y genéticamente cruel que torearía al pobre perro cada tarde, le clavaría las banderillas, apagaría mi cigarrillo sobre su lomo y, entre grandes risotadas, lo arrojaría desde la azotea.

-La casa es adecuada para nosotros, la calle es peatonal y tenemos aquí mismo los parques -argumenté sin convicción.

El hombre asintió mientras marcaba con cruces las casillas de un formulario.

El caso estaba cerrado. No habría adopción canina.


Enric GONZÁLEZ, Historias de Londres, RBA, Barcelona, 2010.