-Tengo dieciséis años. Dentro de otros quince, ya veremos si por casualidad me he convertido en un Alejandro. Dentro de treinta años se sabrá si valgo o no tanto como el difunto César. ¿Acaso voy a pasarme la vida midiendo paños en una tienda? La cuestión es ser un hombre.
-He cumplido veinte años. Poniéndome en el mejor de los casos, tengo por delante de mí cincuenta años de estudio antes de que este cráneo se convierta en una calavera. Quedaos con vuestros humos y vuestros héroes de Plutarco, hermano Henri. En cuanto a mí, quiero ser más que un hombre.
-Yo voy hacia los Alpes.
-Yo, hacia los Pirineos... Mirad bien. Más allá de aquel pueblo, hay otros pueblos; más allá de aquella abadía, otras abadías, más allá de esta fortaleza, otras fortalezas. Y en cada uno de esos castillos de ideas, de esas chozas de opiniones superpuestas a las chozas de madera y a los castillos de piedra, la vida aprisiona a los locos y abre un boquete para que escapen los sabios. Más allá de los Alpes está Italia. Más allá de los Pirineos, España. Por un lado, el país de La Mirandola; por el otro, el de Averroes. Y más lejos, el mar, y más allá del mar, en las otras orillas de la inmensidad, Arabia, Morea, la India, las dos Américas. Y por doquier los valles en donde se recogen las plantas medicinales, las rocas en donde se esconden los metales, que simbolizan cada momento de la Gran Obra, los grimorios depositados entre los dientes de los muertos, los dioses que ofrecen sus promesas, las multitudes en que cada hombre se cree el centro del universo. ¿Quién puede ser insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel? Ya lo veis, hermano Henri, soy en verdad un peregrino. El camino es largo, pero yo soy joven.
-El mundo es grande.
-El mundo es grande. Quiera acaso Aquel dilatar el corazón a la medida de toda la vida.
Marguerite YOURCENAR, Opus Nigrum, Círculo, Barcelona, 1988.