A pesar de que poseía mucha facilidad para redactar en prosa y en verso y de que tenía muchos conocimientos en todas las artes, no obstante, se rió, despreció y humilló a los profesores de todas ellas por creerse más entendido que ellos. Con frecuencia compitió con estos mismos profesores y filósofos, y por ambas partes publicaron libros y poemas en plan de réplica. Por cierto, un cierto individuo llamado Favorino, habiéndose visto reprendido por Adriano por el uso que había hecho en cierta ocasión de un término y habiendo cedido a su crítica, ante los reproches de sus amigos que le censuraban su mal proceder por plegarse a la voluntad de Adriano respecto a un término que ya habían empleado escritores afamados, suscitó grandes carcajadas entre todos los presentes, pues les dijo: "No me aconsejáis bien, amigos míos, puesto que no soportáis que yo considere más sabio que nadie a quien tiene bajo su mando treinta legiones".
Historia Augusta, Akal, Madrid, 1989.