Fue de gente patricia, de una familia casi del todo oscurecida por la flojedad de sus mayores. Sabía igualmente las lenguas latina y griega en el más alto grado; era de grande espíritu, amigo de placeres, pero más de gloria; vivía en tiempo de ocio delicadamente, pero jamás descuidó por eso de lo que estaba a su cargo, bien que en cuanto a su mujer pudiera haberse portado con más decoro. Era afluente, astuto, accesible aquellos que querían su amistad, de una increíble profundidad de ingenio para disimular; daba francamente cuanto tenía, y especialmente el dinero, y con haber sido el hombre más feliz de cuantos se conocieron, jamás fue su fortuna superior a su merecimiento; de suerte que dudaban muchos si era más esforzado o venturoso. Hablo de él antes de la guerra civil, porque lo que después hizo, no sé si causa más vergüenza o fastidio referirlo.
SALUSTIO, La guerra de Yugurta, Esplandián Editores, Madrid, 1993.