En los últimos años los viajes en taxi eran la fuente de un montón de situaciones risueñas y anécdotas que al señor le divertían mucho. Al volver a casa, a veces muerto de risa, nos contaba lo que le había pasado. Era frecuente que lo reconocieran y al llegar a destino se negaban a cobrarle el viaje y algunos, los menos, le hacían referencia a sus libros y a los personajes que él había creado. En más de una ocasión, el taxista reconocía que estaba llevando a una persona famosa, pero no lograba identificarlo del todo, o si bien sabían que se trataba de Borges, no sabían bien a qué se dedicaba. El señor evadía las precisiones a las preguntas que le formulaban y guardaba como en secreto su identidad. Quizás el hecho que más gracia le causó fue con un taxista que inmediatamente de haber subido lo reconoció y lo empezó a llenar de elogios, incluso referidos a su literatura. Al llegar al sitio requerido por el señor, el taxista seguía elogiándolo hasta que se despidió de la siguiente manera: "Esta noche, cuando llegue a mi casa, no me van a creer que tuve de pasajero a Ernesto Sabato".
Epifanía UVEDA DE ROBLEDO, Alejandro VACCARO, El señor Borges, Edhasa, Barcelona, 2004.