Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

miércoles, 11 de julio de 2012

REVILLA: La Torre de Oro


El rey Fernando III el Santo llevaba diez años asediando Sevilla sin ningún éxito. Sevilla era la capital de los almohades y posiblemente la ciudad más populosa de Europa en el siglo XIII. Un buen día, el rey recibió la visita del almirante Bonifaz, que le expuso a Fernando III más o menos lo siguiente: "Majestad, si usted me otorga fondos me comprometo a construir o reconstruir en cuatro años más de veinte barcos de guerra con tripulaciones de Castro Urdiales, Laredo, Santander y San Vicente de la Barquera para atacar por sorpresa y desde el Guadalquivir Sevilla". El rey le concedió la autorización y los fondos.

Fueron cuatro años de intensos trabajos, algunos barcos se hicieron nuevos, pero la mayoría fueron adaptaciones de barcos balleneros. En los primeros días de abril de 1248, los barcos de Castro Urdiales se unieron a los de Laredo, recogiendo por el camino a los de Santander y llegaron a San Vicente de la Barquera, donde esperaban los de esa villa. Todos juntos doblaron el cabo de Finisterre. Bordearon las costas portuguesas y en la primera semana de mayo ya estaban en la desembocadura del Guadalquivir, en Sanlúcar de Barrameda, frente al coto de Doñana, esperando el inicio de la pleamar. Desplegadas las velas y con viento favorable, el 4 de mayo aparecen enfilados los veintisiete navíos en medio de las dos Sevillas que parte el Guadalquivir. Podemos imaginarnos la incredulidad de los almohades. El primer objetivo de la flota era partir Sevilla en dos y aislarla.

Las dos partes de la ciudad estaban unidas por puentes de barcas adosadas, que en la base se sustentaban con dos filas de gruesas cadenas. Romper el primer puente fue encomendado al barco El Faro de Castro. Una caída del viento hizo que la quilla del navío se estrellara contra las cadenas sin romperlas. Le sustituyó en la tentativa el barco Carceña, así llamado por estar construido con el roble del monte Carceña de Castañeda. A este barco le cabe el honor de haber roto con estrépito el primer puente que unía el barrio de Triana con la Torre del Oro. En menos de una hora no quedaba ningún puente sano sobre el Guadalquivir.

Miguel Ángel REVILLA, Nadie es más que nadie, Espasa, Madrid, 2012.