Un hombre que huía perseguido por otros hombres poseídos por la violencia, pasó junto al profeta Mahoma y le pidió ayuda.
-Estos hombres quieren mi sangre. ¡Protégeme!
El profeta permaneció tranquilo y le dijo:
-Sigue huyendo en línea recta. Yo me ocuparé de tus perseguidores.
En cuanto el hombre se hubo alejado, el profeta se levantó y cambió de sitio. Se sentó en la dirección de otro punto cardinal. Los hombres violentos llegaron y, sabiendo que él sólo podía decir la verdad, le describieron al hombre que perseguían y le preguntaron si le había visto pasar.
El profeta se concentró un instante y respondió:
-Hablo en el nombre de Aquel que tiene en la palma de Su mano mi alma carnal: desde que estoy aquí sentado no he visto pasar a nadie.
Los perseguidores se fueron corriendo por otro camino, y el fugitivo salvó su vida.
Jean-Claude CARRIÈRE, El círculo de los mentirosos, Círculo, Barcelona, 2000.