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Cuando se decidió por fin a cogerlo retrocedió unos pasos y se sentó en la hierba y se descolgó el rifle y lo dejó a un lado. Estaba sentado con las piernas separadas y la H & K en el regazo y el maletín entre las rodillas. Soltó las dos correas y abrió el pestillo de latón y levantó la solapa y la dobló hacia atrás.
Estaba lleno hasta arriba de billetes de cien dólares. En paquetes ceñidos por cinta bancaria en la que aparecía impresa la cifra $ 10.000. No sabía a cuánto ascendía el total, pero se hizo una idea bastante clara. Contempló los fajos de billetes y luego bajó la solapa y se quedó sentado con la cabeza gacha. Su vida entera estaba allí delante de él. Día tras día del alba a la noche hasta que se muriera. Todo en menos de dos kilos de papel metidos en una cartera.
Cormac McCARTHY, No es país para viejos, Mondadori, Barcelona, 2006.