El gran problema del sector editorial es que todo el mundo cree que tiene cosas muy interesantes que contar. Y que esas cosas son mucho más interesantes que las cosas de los demás. Las dos creencias son falsas. Nadie tiene nada interesante que contar. Y a nadie le interesa nada lo que tienen que contar los demás. Por otra parte, en España nadie lee nada, a excepción del Marca, y nadie compra libros, salvo para regalarlos por Navidad para fastidiar al destinatario.
El editor, que es un tipo al que encontrará en su despacho justo debajo de diez toneladas de manuscritos y varias botellas de whisky vacías, tiene que decidir entre publicar algo que no le interesa a nadie, y que sabe que no va a venderse, o publicar algo que no le interesa a nadie, que sabe que no va a venderse, y que, además, tiene que leer previamente. El colmo del editor es que, además de arriesgarse a publicar un bodrio, tiene que leerlo antes. Esa es su verdadera tragedia. Por eso optan por autores famosos. La única ventaja de editar a escritores más o menos conocidos es esa, que no hay que leerlos antes.
El Confidencial Digital, jueves 15 de diciembre de 2011.
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