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M. de Barbançon, que había sido guapo, poseía un bonito jardín que la duquesa de La Valllière fue a conocer. El propietario, muy viejo y gotoso ya, le dijo que había estado enamorado de ella con locura. La dama le contestó: "Dios mío, ¿por qué no me hablasteis? Me hubierais conseguido, como todos los demás".
CHAMFORT, Máximas, pensamientos, caracteres y anécdotas, Península, Barcelona, 1999.