Tengo un reportaje periodístico sobre parte del juicio de Wharton y, aunque no es una transcripción oficial, resulta suficientemente veraz. Con él y con mis recuerdos he escrito un buen artículo histórico que titulo: Ahora, Odus Wharton, escucharás la sentencia de la ley, que dicta que seas colgado por el cuello hasta que mueras, mueras, mueras. Que Dios, cuyas leyes has infringido y ante cuyo temible tribunal debes comparecer, se apiade de tu alma. Recuerdo personal de Isaac C. Parker, el famoso juez de la frontera.
Pero las publicaciones de hoy en día no saben distinguir una buena historia cuando la ven. Prefieren imprimir basura.
Dicen que mi artículo es demasiado largo y discursivo. Nada es demasiado largo ni corto si se tiene un argumento veraz e interesante y lo que yo llamo un estilo de escribir gráfico combinado con propósitos pedagógicos. Yo no ando tonteando con los periódicos. Los directores van siempre detrás de mí para que les escriba crónicas históricas, pero cuando llegamos al asunto del dinero, la mayor parte de los directores de periódicos resultan unos agarrados. Creen que, porque tengo un poco de dinero, me sentiré muy feliz rellenando unas cuantas columnas de sus suplementos dominicales solo para ver mi nombre en letra impresa, como les ocurre a Lucille Biggers Langford y a Florence Mabry Whiteside. Como dicen los niños negros: "Yo, de eso, nada". Lucille y Florence pueden hacer lo que quieran. Los directores de periódicos se dan mucha maña para recoger lo que no han sembrado. Otro truco que utilizan es el de enviar reporteros a hablar con una y conseguir gratis sus historias. Sé que los jóvenes periodistas no están bien pagados y no me importaría ayudar a esos muchachos a escribir sus artículos si no fuera porque nunca logran entender nada como es debido.
Charles PORTIS, Valor de ley, Debolsillo, Barcelona, 2011.