Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

sábado, 3 de marzo de 2012

MOORE: El aire acondicionado y el Sur


Antes de la existencia del aire acondicionado, Florida y el resto de los estados del Sur estaban escasamente poblados. El calor y la humedad eran insoportables. Un día a 35 grados a la sombra en Texas lo deja a uno demasiado agotado hasta para abanicarse. En Nueva Orleans el aire es tan denso que apenas se puede respirar. No es de extrañar que la gente del Sur hable con esa voz cansina. El clima resulta demasiado abrasador para vocalizar debidamente. También creo que este calor brutal y paralizante es el motivo por el que los grandes inventos, ideas y contribuciones para el avance de la civilización no nacieron en el Sur (con unas pocas excepciones: Lillian Hellman, William Faulkner y R. J. Reynolds, por ejemplo). Cuando el calor aprieta, ¿quién puede pensar, por no hablar de leer?

Entonces se inventó el aire acondicionado y, de pronto, el Sur pasó a ser un lugar habitable. Brotaron los rascacielos por toda la región y los norteños, hartos de su enconado invíerno, empezaron a acudir a raudales. Uno podía conducir su coche con aire acondicionado, trabajar todo el día en un despacho con aire acondicionado y estudiar en una universidad debidamente acondicionada. Después, podía regresar a su casa igualmente fresca para planear la próxima quema de cruces en homenaje al Ku Klux Klan.

En un abrir y cerrar de ojos, el Sur prosperó y pasó a controlar el país. Hoy día, el pensamiento conservador nacido en el Sur confederado tiene al país en un puño. La obligatoriedad de colgar los Diez Mandamientos en espacios públicos, la enseñanza del creacionismo, la insistencia en instaurar la plegarla en la escuela, la prohibición de libros, la promoción del odio hacia el gobierno federal (del Norte), la reducción de los servicios sociales y gubernamentales, el belicismo, la resolución de los conflictos por medio de la violencia, todo ello constituye la seña de identidad de los legisladores del Nuevo Sur. Si uno piensa en ello, puede concluir que la Confederación ha acabado ganando la guerra de Secesión: una victoria largamente esperada, fruto de la afluencia masiva de yanquis incautos atraídos por el señuelo de aparatos acondicionadores de 5.000 frigorías y cubiteras incorporadas a las neveras.

Ahora el Sur es el amo indiscutible..., y si no lo cree, piense en los últimos cuatro presidentes. Si usted deseaba ganar, tenía que haber nacido allí o haber establecido su residencia en un estado sureño. De hecho, en las últimas diez elecciones presidenciales, el ganador (o el tipo designado por el Tribunal Supremo) era el más firmemente anclado al Sur o al Oeste. Ningún norteño parece elegible para gobernar el país.

Michael MOORE, Estúpidos hombres blancos, Ediciones B, Barcelona, 2004.