Juan Vitta sucumbió a la depresión, renunció a comer, durmió mal, perdió el norte, y optó por la solución compasiva de morirse una vez y no morirse millones de veces cada día. Estaba pálido, se le dormía un brazo, tenía la respiración difícil y el sueño sobresaltado. Sus únicos diálogos fueron entonces con sus parientes muertos que veía en carne y hueso alrededor de su cama. Alarmado, Hero Buss armó un escándalo alemán. “Si Juan se muere aquí los responsables son ustedes”, les dijo a los guardianes. La advertencia fue atendida. El médico que le llevaron fue el doctor Conrado Prisco Lopera. Fue una visita providencial para Juan Vitta, no por el diagnóstico –estrés avanzado– sino por su pasión de lector. Lo único que le recetó fue un jarabe de buenas lecturas.
Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ, Noticia de un secuestro, Mondadori, Barcelona, 1996.
Gabriel GARCÍA MÁRQUEZ, Noticia de un secuestro, Mondadori, Barcelona, 1996.