Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

martes, 7 de febrero de 2012

WALLRAFF: Limpiando los retretes


La primera tarea que se le asigna a Alí sirve para dejar bien claro desde un principio cuál es su sitio. Algunos de los retretes destinados a los obreros están atascados desde hace más de una semana y la orina llega casi hasta los tobillos.

—Coge un balde, escobilla y bayeta y arréglalo, y además deprisa.

Yo (Alí) me voy al almacén de utensilios y hago que me den, contra recibo, dichos objetos.

—Basta con que firmes con tres cruces —dice el responsable, un alemán que
disfruta de un relativo chollo al frente del almacén de herramientas.

En el contenedor donde se encuentran los retretes el hedor es bestial. El canalón de desagüe de la orina está igualmente atascado por completo. Este trabajo lo vivo como una vejación, pues, en la medida en que la causa —las cañerías atascadas— no es eliminada por un experto, en seguida vuelven a producirse inundaciones. En la obra hay suficientes fontaneros, pero el precio de su hora de trabajo es demasiado alto. Están allí solamente para instalar los lujosos cuartos de baño de los futuros felices propietarios. Tanto los maestros de obra como los capataces disponen de sus propios retretes situados en un contenedor aparte. Están cerrados con llave, el acceso a los mismos está prohibido a los obreros, y las mujeres de la limpieza los mantienen aseados diariamente. Yo (Alí) le digo luego al jefe de la obra que mi tarea carece de sentido y que lo que hay que hacer es mandar allí a los fontaneros.

—Tú aquí no tienes por qué plantear ninguna cuestión, sino hacer lo que se te diga que hagas. Los pensamientos se los dejas mejor a los burros, que tienen la cabeza más grande —me suelta el hombre.

Pues bien, heme aquí haciendo —y sin rechistar— lo que otros innumerables extranjeros se ven forzados a realizar, y además debiendo sentirse contentos de tener trabajo.

Los alemanes que utilizan los retretes mientras yo (Alí) friego los meados con bayetas, esponjas y baldes, a veces hacen algún que otro comentario. Un joven dice amablemente:

—Por fin nos han puesto una mujer de la limpieza.

Dos hombres de unos cuarenta y cinco años conversan así de retrete a retrete:

—¿Qué es lo que huele peor que los meados y la mierda?

—El trabajo —responde uno de ellos.

—No, los turcos.

Günther WALLRAFF, Cabeza de turco, Anagrama, Barcelona, 1987.