Jorge Luis BORGES: "Nadie puede leer dos mil libros. Yo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer, sino releer."

miércoles, 15 de febrero de 2012

TASSO: Paris la nuit


La noche sentaba bien a París y sus edificios. El negro siempre sienta bien a cualquiera. La torre Eiffel dejaba de ser durante unas horas un amasijo de chatarra oxidada para convertirse en un punto de luz. El Sena ya no dejaba entrever la porquería verdosa de su superficie; parecía más bien un gran espejo que invitaba a mirarse en él. Los palacios de París -indudablemente de una fabulosa belleza de día- parecían convertirse en escenarios de cuentos orientales.

Hasta Beaubourg era casi aceptable arquitectónicamente hablando, mientras que La Defensa imponía su sombra sobre los distritos limítrofes de la ciudad. Quizá en eso consistía la felicidad: sentir que te pertenece algo hermoso y que tú perteneces a ese algo.

La torre Montparnasse, unos doscientos metros de vanidad, parecía menos pretenciosa en la noche parisina. Sus detractores se volverían seguramente más indulgentes de las diez de la noche en adelante.

Pero en la madrugada, las gárgolas de Notre-Dame parecían transformarse en algo diabólico. ¡Cómo jugaba con nosotros el cerebro cuando la imaginación se ponía a funcionar! Proyectaba nuestros miedos más atroces, dando formas endiabladas a ángeles inocentes esculpidos en las piedras de las catedrales. Mirándolas fijamente, las cabezas de las gárgolas se estiraban para bailar encima de una ciudad cuyos puentes se transformaban de repente en los tentáculos de un pulpo gigantesco que atrapaba a los paseantes nocturnos.

La isla de la Cité, a pesar de todo, seguía flotando tranquilamente sobre el Sena, aislada para siempre del resto de la urbe.

Valérie TASSO, Paris la nuit, Plaza y Janés, Barcelona, 2004.